Un americano en París de Gershwin

Íntegramente centrado en la producción musical norteamericana, el concierto se inicia con una creación de John Adams, uno de los referentes del minimalismo contemporáneo. La pieza “I still dance” demuestra un denso trabajo orquestal, rico en fluctuaciones, en el que la repetición convive con la sorpresa. Esta dialéctica se reencuentra con un lenguaje distinto al de la Serenata para violín que Bernstein concluyó en 1954. Compuesta para orquesta de cuerdas, arpa y percusión -además del omnipresente violín solista, aquí James Ehnes-, fue entendida por su creador como cercana en espíritu al Banquete de Platón: “una serie de declaraciones en las que se elogia el amor”, haciendo evolucionar cada movimiento a partir de los elementos del anterior. También en los años cincuenta del siglo pasado, Gunther Schuller concibió una sinfonía para metales y percusión, reminiscente de paisajes imponentes. Desde cierta lejanía, pero marcando un hito compositivo -a finales de los años veinte- que todos ellos tuvieron en común, Un americano en París de George Gershwin capta la atmósfera urbana de la Ciudad de la Luz: sus movimientos frenéticos durante el día, el aura amorosa que rodea a los paseantes al atardecer, así como el bullicio jazzístico de las celebraciones nocturnas.