Entusiasmo genuinamente humanista en esta muestra capitaneada por Jordi Savall, en el que vuelve a poner el foco al rescate de partituras vinculadas al pasado y teniendo, en este caso, a la naturaleza como eje central. Programa llevado a cabo por una orquesta barroca de mujeres, Le Concert des Nations Féminin, quienes representan una pequeña parte del dominio de intérpretes jóvenes en el campo de la música antigua en el panorama internacional. Vivaldi, Venecia y el humanismo formaron la tríada vertebradora de este concierto; una muestra descriptiva en el que la devoción y la evocación a la naturaleza fueron el motivo de ser de la música.
Con Il Proteo ò sia il mondo al rovescio se presentó el talento de Alfia Bakieva, quien acompañaría al conjunto como solista sin dejar de aportar versatilidad, entusiasmo y clara virtud con el violín. Las capacidades musicales en metamorfosear este mito griego dieron lugar a las formas ondulantes de las cuerdas; de la sutileza de los cambios de registros a los pasajes intercambiados por violín y violonchelo, la partitura se expande más allá de las posibilidades del instrumento hasta alcanzar un carácter danzarín. La competencia sana entre las sonoridades de la orquesta logra hacer un despliegue único de articulaciones de arcos y entonaciones variadas con una técnica precisa, a partir de legato y staccato del protagonismo de los dos instrumentos. Savall, quien mantuvo una dirección centrada en marcar las líneas expresivas de la partitura, volcó la energía de lo transcendental a la narrativa musical de la orquesta.
La tempesta di mare siguió la línea del trabajo con los matices interpretativos hacia lo paisajístico; entre inicios agitados e intermedios sosegados de cuerdas, esta obra englobó el trabajo descriptivo en torno a la creación de atmósferas musicales, donde la representación de las sonoridades orgánicas y los cambios de registros y tempi referenciaban, una vez más, la mejor forma de representar una imagen en sonido. El Concierto con 4 violines y violonchelo núm. 10 o L’estro armonico op. 3, siguió con la cascada de pasajes con ritmos rápidos y la desenvoltura de Bakieva, acompañada no de lejos por el dominio de sus compañeras, constatando el buen saber de las generaciones del ámbito de la música antigua.

Jordi Savall confesó haber esperado toda una vida profesional para encontrar el momento de interpretar un Le Quattro Stagioni que fuese diferente. Desde luego, no sabremos si el resultado fue lo imaginado, pero no se puede decir que no fuera convincente, cargado de una humilde energía y exento de lo común. A lo intuitivo de la obra se le añadió las intervenciones de Laura Aubert, quien entonaba descripciones relacionadas con los estados que, según se cree, aportó el mismo Vivaldi. Con ello y con todo, estos cuatro cuadros conllevaron el culmen de lo expositivo para Bakieva y Savall. Entre las sutilezas extramusicales del director y el carácter prolífico de la solista, se puso en obra una expresividad musical dada por la originalidad compositiva y el dominio de la sutileza de las formas. Destacaron también, siempre bajo tono expresivo, las tensiones armónicas de las contraposiciones a las cuerdas dominantes y el amplio rango de ilustraciones de motivos, rápidos y perspicaces.
Le Concert des Nations Féminin y Jordi Savall concluyeron un programa monográfico al sonido de la naturaleza, merecidamente ovacionados. Tanto orquesta como dirección lograron construir un discurso poético, evocativo, y donde el director igualadino, por fin, logró quitarse la espinita.