El Festival Resis de música contemporánea de La Coruña llegó a su ecuador con un atractivo programa en el que se contraponía la labor de los creadores actuales con uno de esos pilares de las vanguardias pretéritas, sin los que la música de hoy no tendría ningún sentido. Como protagonista, el prestigioso Plural Ensemble dirigido por Fabián Panisello. El Resis opta siempre por llevar los conciertos a salas que permitan una máxima adecuación estética y sonora entre el programa, sus intérpretes y la audiencia, y una vez más acertó con el Museo de Bellas Artes. La buena acústica y un tamaño de escenario adecuado concitaron una apropiada cercanía entre los miembros del Plural y el público. Únicamente en el Pierrot Lunaire eché en falta una ubicación más centrada de la cantante, Laia Falcón, esto hubiese aumentado aún más el impacto de su actuación, uno de los momentos estelares de la noche.
À 5 abrió de forma brillante la velada. No hay muchas ocasiones de escuchar la música de Panisello en este Finisterre peninsular y ciertamente mereció la pena la espera. La complejidad estructural y la amplísima gama de procedimientos expresivos que caracterizan su música, se conjugan de forma paradójica con una genuina capacidad para transmitir y emocionar. De hecho, fue una interpretación que enganchó al público, muy especialmente en lo que respecta a los movimientos extremos. El abigarrado Asymmetrical butterflies en el que un inspiradísimo Duncan Gifford imprimió carácter y cohesión al discurso musical dio paso a un minimalista y aséptico Free, impulsive, para en el tercer movimiento, Fluent recuperar de forma exponencial los hallazgos del movimiento inicial. En él, tras una arrolladora sección inicial, el quinteto se embarca en un trabado y sincopadísimo diálogo en el que una vez más el piano de Gifford fue decisivo para recrear una atmósfera opresiva, pero al mismo tiempo de sonoridades impresionistas. Cuando la música parece condenada a no liberarse de esa camisa de fuerza, un torrente de notas rápidas del piano, subrayadas por precisas cuerdas y maderas, hicieron que la música concluyese en un fabuloso clímax, tanto en lo sonoro como en su concepto.
Flashes de Dan Yuhas, generó el máximo contraste con la pieza previa. Fue diseccionada por el compositor en la introducción haciendo referencia a lo episódico de su discurso, la reiteración de su material y la ausencia de cualquier narrativa. Y precisamente esos elementos, unidos a unas ideas musicales prosaicas y reiterativas convirtieron la escucha de sus quince minutos de duración en una ardua experiencia. Su breve y desquiciante clímax, tras diez minutos de discurso musical, anticipo del final, fue tan efímero como fútil. Lo más grato fue la labor de los intérpretes, absolutamente receptiva, muy especialmente en cuanto a la realización del clarinetista Antonio Lapaz quien lidió de forma memorable con su exigente papel.
La segunda parte de la noche nos permitió disfrutar del Pierrot Lunaire de Schönberg, sin menoscabo del protagonismo de Laia Falcón, pues estamos ante una música en la que la cantante no solo ha de poner su técnica al servicio de la partitura, sino que obligatoriamente ha de trascenderla creándola y recreándola desde su propio criterio artístico. La mordacidad y el carácter del Plural Ensemble fueron los mejores aliados a una intérprete que exhibió un abrumador rango, tanto en lo dramático como en lo vocal. Aunque, tal como el propio Schönberg establece, no es una obra para ser cantada, la vocalidad de la intérprete aflora de forma de continua en exigentes agudos, trinos, pianissimos, pero también en pasajes líricos, que la obra también atesora. Falcón se mostró acertada en todos los registros: vívida, dramática, insinuante, sensual, etc., como pocas veces he escuchado este ciclo. Atemorizándonos en la risa reprimida de "Gebet an Pierrot" o escandalizándonos en la siniestra y blasfema "Rote Messe", de su mano disfrutamos de un viaje inolvidable al mundo desquiciante y cada vez menos onírico y más real de Schönberg.