En el Palacio de la Ópera, el espíritu navideño cobró vida de la mano de la Sinfónica de Galicia, sus coros y Carlos Mena. El Mesías convocó a un público numeroso, cuya presencia reflejó el atractivo indiscutible de de esta obra maestra. Este concierto revivía la primera exitosa colaboración entre Mena y la orquesta, en 2018, en forma de “Mesías participativo". Aunque en esta ocasión no se trató de un evento abierto a cantantes de otras agrupaciones, el Coro de la Sinfónica de Galicia se presentó notablemente reforzado, contando además con la valiosa incorporación del Coro Joven.

Mena ofreció una interpretación de El Mesías que destacó por su coherencia, profundidad y con un sorprendente enfoque reflexivo. Esta actuación desde luego eclipsa algunas de sus colaboraciones más recientes con la orquesta, que habían sido recibidas con opiniones divididas. Contó con el gran aliciente del magnífico sonido de la OSG, con un peso lógicamente mayor en la sección de cuerdas. Estas aportaron carácter y un sello distintivo a la interpretación. El concertino Massimo Spadano, quien regresaba tras un período de ausencia, fue crucial realizando de forma inspirada su rol de enlace entre Mena y la orquesta; tarea siempre de especial importancia, pero más aún en este caso en el que Mena también asumía el papel de solista vocal. Fueron no menos estimables las intervenciones de Adrián Linares, líder de los segundos violines y experto en el mundo barroco, Raul Mirás en el violonchelo y el dúo de oboes de David Villa y Marta Sánchez Paz aportando un color fundamental para una partitura en algunos momentos monolítica.
En el aspecto vocal, el concierto se benefició enormemente de un elenco excepcional. Jone Martínez, quien ya había impresionado en su debut con la OSG en el citado "Mesías participativo", volvió a cautivar. Su interpretación fue un deleite, mostrando una voz que conserva su encanto natural, un timbre hermoso y una agilidad impresionante, particularmente en los cambios de registro. Memorable su “Rejoice greatly" con un do agudo espectacular, nacido de la nada con una facilidad asombrosa. Carlos Mena, en su doble papel de director y contralto, ofreció una interpretación vocal rica en matices y expresividad, un verdadero lujo para los asistentes. Pero su doble rol implicó ciertas limitaciones en la dirección orquestal durante sus solos. Por ejemplo, el fundamental “He was despised and rejected”, en el que Mena no extrajo de la orquesta una mayor incisividad y dramatismo, que a su vez le hubiese retroalimentado a él mismo. Juan Antonio Sanabria y Andreas Wolf, en los roles de tenor y bajo respectivamente, completaron el cuarteto de solistas con excelentes intervenciones. Sanabria, demostró una vez más su habilidad en este repertorio, mientras que Wolf, antítesis del bajo profundo, a pesar de enfrentar dificultades en “The trumpet shall sound”, las compensó con un hermoso color, una interpretación agilísima y una dicción impecable. El coro, por su parte, mostró un entendimiento profundo de la obra y una ejecución empastada e intensa, a pesar de los desafíos acústicos de la sala y el irremediable desequilibrio entre las voces masculinas y femeninas, que puso a los hombres al límite de sus capacidades.
Tras el Soli Deo Gloria que cierra la obra, los aplausos calurosos y prolongados del público reflejaron satisfacción colectiva ante la interpretación de este Mesías. Individuos que han disfrutado y hecho suyo el poderoso mensaje que esta monumental obra todavía sigue transmitiendo al ser humano y que nos sirve de recordatorio del valor cultural y artístico que instituciones como la OSG aportan a la sociedad.