Hace 130 años, en 1893, se encendían en Granada las bombillas del primer alumbrado eléctrico público. Se inauguraba así el Siglo de las Luces, que nos daría, entre otras cosas, una mayor seguridad y el surgimiento de la boyante vida nocturna de la ciudad que aún se mantienen hasta el día de hoy. El precio a pagar, no obstante, fue elevado, nada menos que las estrellas sobre la Alhambra: el techo que completaba sus preciosos patios nazaríes.

Las noches de la juventud de Mahler debieron haber sido, en este aspecto, muy diferentes a las que nos podamos imaginar. Más oscuras, más llenas de estrellas, más guiadas por una caprichosa luna statu variabilis que, con el tiempo, hemos logrado subyugar. La Nachtmusik –música nocturna– se escucha mejor comprendida como un género de naturaleza veleidosa, un capricho del compositor de plasmar un paisaje con tantas posibilidades como lugares hay en la tierra desde los que se vea el cielo.

Loading image...
La Orquesta Nacional de España en el Palacio de Carlos V
© Fermín Rodríguez | Festival de Granada

La primera Nachtmusik es la compuesta por Tomás Marco y que tuvo su estreno mundial en el inmejorable enclave que ofrece el Palacio de Carlos V en la Alhambra. Al igual que la “Mahleriana I” que pudimos escuchar en este mismo escenario hace unos días, la obra de Marco evoca el estilo de Mahler a través de diminutos fragmentos que combina con una mezcla de timbres que nos recuerda a la técnica del klangfarbenmelodie tan habitual en varias piezas de Messiaen. El material es excelente, pero me hubiera gustado escuchar una mejor elaboración del mismo, Afkham solo tuvo la oportunidad de mostrar algún crescendo y un final que recuerda a la ironía de Mahler.

Las dos Nachtmusik que plasma Mahler en su Séptima sinfonía tienen un carácter diferente. El primero es quizás, más rural, folklórico y las maderas tienen un cierto aire pastoral. Las de la ONE entraron con una articulación muy precisa, destacando el picado del clarinete. Supieron también resaltar los diferentes timbres y las mezclas de estos dando un color muy interesante a la entrada de los temas más bailables. La segunda Nachtmusik es más cortesana, el papel de los solistas es mayor. Afkham supo dar unidad y un recorrido constante a las distintas intervenciones, entre las que destacó el papel del concertino Miguel Colom.

Loading image...
David Afkham
© Fermín Rodríguez | Festival de Granada

Del resto de movimientos se debe destacar el papel de la percusión y los metales, especialmente el timbre que lograron sacar los graves –trombones y tuba– al final del primer movimiento. Las fanfarrias fueron brillantes y equilibradas, sin exabruptos innecesarios. El papel de las cuerdas pudo ser mejor. Si bien es cierto que los músicos han hecho una colosal tarea preparándose dos de las más complejas sinfonías de Mahler en un par de semanas, me hubiera gustado escuchar una mayor cohesión, especialmente entre los violines, y un timbre más redondo y cercano al de los solistas de cada cuerda.

En cuanto a la dirección, Afkham supo gestionar la intensidad de forma adecuada, reservando ese pequeño incremento de matiz al final de los movimientos primero y quinto que provocan en el público la necesidad de aplaudir. Quizás por eso la ovación, más que merecida, se prolongó por varios minutos.

El alojamiento en Granada para David Santana ha sido facilitado por el Festival de Granada.

****1