Tratándose de una edición de número redondo -y habiendo alcanzado la notable cifra de los 70- era de esperar que algunos conciertos del Festival tuviesen la forma de homenaje a figuras emblemáticas de aquellos comienzos. Así la velada de hoy nos trajo el programa que un 18 de junio de 1952 tuvo lugar con la Orquesta Nacional de aquel entonces dirigida por Ataúlfo Argenta. Doble homenaje, por ende, a Manuel de Falla y a Argenta, a la vez, con Josep Pons al frente de la ONE y Josep Colom para las Noches en los jardines de España y María Toledo para El amor brujo.

Comenzó la noche evocando ese cercano Generalife, en un atmosfera ensoñada e impresionista, como es la de Noches en los jardines de España. La cuerda acarició los compases iniciales, como si el sonido llegara de algún lugar lejano. Posteriormente, con la entrada de Colom, ese mundo empezó a tomar forma. El pianista catalán propuso un sonido delicado, con buena definición rítmica, pero sin resultar mecánico. Ahondó en todas las posibilidades que la paleta de colores del instrumento permite, manteniendo además un muy buen equilibrio con el conjunto instrumental en todo momento. Por ese lado, la labor de Pons fue encomiable dado que supo matizar las dinámicas con mucho detalle y desgranar las texturas de cada sección de forma lograda. Se ha dicho a menudo que la Orquesta Nacional tiene su punto de fuerza en la sección de viento -lo cual es cierto-, pero progresivamente vamos asistiendo a la consolidación más completa de todas las secciones, destacando en este caso la cuerda, que sonó sin fisuras, densa, compleja, plena.

La página sucesiva vio la presencia de la cantaora María Toledo, lo cual añadió un punto de interés a la interpretación de El amor brujo. Por un lado, Pons produjo sonoridades más ásperas, jugando con esos contrastes rítmicos y esas superposiciones tonales, con las que el compositor gaditano se fue familiarizando en sus años parisinos. Aunque también fueron ejemplares los momentos más oníricos y delicados como El círculo mágico, que sonó con una premurosa tersura y limpidez. La interpretación de María Toledo añade veracidad a la obra y, si bien es cierto que su enfoque, más flamenco que lírico, llevó a que en algunos momentos la confrontación con la orquesta resultara algo complicada, por otro lado, la intensidad y la determinación con las que cantó, poniendo su énfasis en cada palabra que pronunció, prevalecieron, dando lugar a una lectura original y probablemente acorde a la idea original de Falla.

Tras el descanso, pudimos escuchar el Interludio y Danza de La vida breve y las dos suites de El sombrero de tres picos. Ahora ya sin solistas, la ONE cobró protagonismo en unas páginas que llenaron de vivacidad la columnata del Palacio de Carlos V. Si en la primera parte, Pons jugó mucho sobre los contrastes dinámicos, plasmando pianissimos sorprendentes, aquí apostó directamente por la pirotecnia, el brío, el color y el desenfado. Es cierto que ello provocó unas dinámicas algo excesivas desde el principio, lo cual impidió ahondar mayormente en los diversos registros, instalándose en una potencia sonora elevado a lo largo de toda la obra. Se perdió algún matiz, aunque se ha de reconocer que la energía y la explosión de sonidos fueron arrolladoras y rotundas. Tanto las secciones como las primeras partes se mostraron contundentes y decididas, bajo la rigurosa batuta de Pons. Fue un broche de generosidad y exuberancia que concluyó esta velada que nos transportó en el tiempo, hacia ese mundo fantasioso concebido por Falla y que ahora nosotros evocamos a través de su figura.

Así me gustaría sellar estas glosas al concierto, imaginando -algo tal vez difícil, pero no imposible- a saber, que entre el público de esta noche hubiera alguien que estuvo en este mismo lugar, en una noche de junio de 1952, escuchando al frente de esa Orquesta Nacional al legendario Ataúlfo Argenta. Podría pensar así que desde entonces todo ha cambiado y sin embargo algo se mantuvo igual, bajo el mismo cielo estrellado de la noche granadina.

El alojamiento en Granada de Leonardo Mattana ha sido facilitado por el Festival de Granada.

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