El Santuario de la Bien Aparecida constituye una referencia ya cotidiana dentro del ciclo Marcos Históricos del Festival Internacional de Santander. En esta ocasión se llenó de la tan mágica, como a menudo injustamente relegada, música del barroco francés. El dieciochesco santuario, fue un escenario distante en el espacio, pero no en el tiempo del mundo de Versalles; eje central del programa presentado por el ensemble La Spagna, conformado por Irene Benito al violín, Alejandro Marías a la viola da gamba y dirección, y Jordan Fumadó al clavecín. Estos ofrecieron una estimulante semblanza de la esplendorosa vida musical en las cortes de Luis XIV y Luis XV.
La noche se abrió con la Chacona en trío de Jacques Morel, discípulo del célebre violagambista Marin Marais. La chacona es prácticamente la obra más célebre de un compositor al que Alejandro Marías ha rescatado de un injusto olvido, pasión que se ha reflejado en una de las grabaciones más estimulantes que he podido disfrutar en los últimos tiempos; la realizada por el grupo de su primer libro de piezas de viola da gamba.
La obra más extensa de la noche fue el Cuarto Concert Royal de François Couperin. Se trata de música abierta a todo tipo de combinaciones instrumentales, en este caso servida con austeridad. Esta no fue óbice para disfrutar de una amena recreación en la que Irene Benito, al violín, ofreció una interpretación de gran sensibilidad, añadiendo con su vibrato, por supuesto moderado y controlado, calidez especial a cada nota. La dificultad que supuso la humedad ambiental para su instrumento al inicio del concierto pronto quedó atrás; uniéndose a la viola da gamba de Marías –fascinante en su virtuosismo y expresividad cromática– y al bien temperado clave de Jordan Fumadó, en un ensemble armonioso y equilibrado.
La sección Couperin se completó con la interpretación de Fumadó de La Superbe ou La Forqueray. “Escucha, observa y calla, si quieres vivir en paz” reza el lema latino escrito en su clave, y tal cual fue la sensación que su majestuosa interpretación de la obra, compleja y bella al máximo, nos produjo. Junto a él, la viola da gamba de Marías adquirió nuevamente protagonismo para dar vida a La Couperine de Antoine Forqueray. Marías ejecutó esta obra con una intensidad inusual, reflejando que, más allá de las ricas notas, ambas obras fueron expresión del vínculo personal y artístico entre estos dos grandes nombres.
Rameau hizo presencia con su Quinto Concierto de Rameau, nueva obra inspirada en su círculo personal. De sus tres piezas, La Forqueray, La Cupis y La Marais, destacó la atemporal demostración de afectos que representa la segunda de ellas, en la que el diálogo entre los instrumentos fue trazado con tal sensibilidad y delicadeza por el ensemble, que se convirtió en uno de los momentos más álgidos de la noche. Finalmente, la velada concluyó festivamente con la famosa Sonnerie de Saint Geneviève du Mont de Paris de Marin Marais, síntesis perfecta de la riqueza del barroco francés.
Merece mención especial la presentación de Alejandro Marías, quien contextualizó cada obra con una atinada explicación histórica y musical, creando una conexión especial con el público. Su habilidad para comunicar, no solo en la música sino también en la palabra, sin duda reflejo del trasfondo cultural de su admirada familia, añadió un valor adicional al concierto y redondeó una noche en la que La Spagna demostró, por encima de todo, que la intensidad musical no tiene por qué estar reñida con la autenticidad historicista.