Pocas veces se ha visto tanta luz en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Música de Madrid, más allá de la que proporcionaban los focos. Bajo el título “Entre gigantes”, la agrupación Hippocampus, con Alberto Martínez Molina como anfitrión, ofreció un homenaje a dos autores: Antonio de Cabezón y Johann Sebastian Bach. Si se están preguntando qué relación pueden tener dos compositores con dos siglos de separación, quizá la respuesta se encuentre entre Flandes y Alemania. El organista español, acompañó al príncipe Felipe en un largo viaje por Europa, que incluyó Alemania y Países Bajos. Entre otros procedimientos, aprendió el arte de glosar, o trasladar composiciones vocales al teclado. Al igual que Hernando de Cabezón recogió las joyas de su padre en el compendio Obras de música para tecla, arpa y vihuela, Carl Philipp Emanuel Bach hizo lo propio con las del suyo en el Arte de la fuga. Piezas de uno y otro libro fueron interpretadas en este concierto, cuyo repertorio dio cuenta de grandes similitudes, más que estilísticas, procedimentales.
En un programa que reunía arias de cantatas y dos Contrapunctus del alemán, y canciones glosadas, tientos y diferencias del español, Hippocampus alternó ambientes en dos posiciones escénicas: barroco a la izquierda, renacentista a la derecha. Los cantantes también se desplazaban según la pieza a interpretar, evitando las interrupciones únicamente justificadas por la necesaria afinación de los instrumentos.
Lo que más llamó la atención del evento fue que esta formación, a pesar de haber estado más enfocada a la obra de Bach que a la de Cabezón, aplicara un estilo impropio a la obra del primero. La libertad de interpretación que dan las piezas profanas del Renacimiento —motivada por la ausencia de matices, dinámicas y articulaciones— no justifica ese traslado de intenciones al repertorio barroco, de características mucho más explícitas y específicas sobre la partitura. No obstante, a pesar de las licencias estilísticas, la agrupación sonó claramente equilibrada en los planos sonoros durante todas las arias de cantatas.
Los ejemplos del comienzo —Ich habe genug de la Cantata BWV82 del alemán, cantada por el barítono Jesús María García con una pronunciación alemana imperfecta, y Ancor che col partire del español, glosa del madrigal de Cipriano de Rore, cantada por la soprano Rachel Elliott— dieron habida cuenta del bello timbre de ambos, pero también de la limitada columna de aire en registro (grave en él, agudo en ella) y en potencia. Aun así, dada la agrupación y la sala a las que concierne, su volumen fue correcto en el registro medio, y destacaron en expresividad en la canción glosada Un gay bergier.