Ibermúsica presentó en la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional un atractivo recital de lieder centrado en Robert Schumann y Johannes Brahms, con obras, a su vez, basadas mayoritariamente en poemas de Heinrich Heine. La interpretación estuvo a cargo de dos figuras destacadísimas del panorama internacional, cuya colaboración fue altamente satisfactoria. Matthias Goerne y Evgeny Kissin lograron algo que siempre es fácil de conseguir, ya que en el repertorio liederístico no basta la categoría individual para que los resultados sean convincentes.

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Evgeny Kissin y Matthias Goerne
© Rafa Martín | Ibermúsica

Matthias Goerne tiene una voz de barítono-bajo que utilizó de manera impactante en los momentos más dramáticos y lúgubres, aunque también fue capaz de cambiar los registros de manera convincente y moverse en los agudos con mucha soltura, cuando la obra lo requería. En todo caso, fue absolutamente estelar la capacidad de Goerne para contar historias y conseguir adaptarse a cada momento expresivo, utilizando gestos y movimientos por el escenario que realzaban lo que estaba cantando. Por otro lado, de Evgeny Kissin, uno de los pianistas más admirados desde hace décadas, podría esperarse una demostración de sus legendarias capacidades instrumentales. En esta ocasión, sus inagotables recursos se manifestaron; no tanto en grandes despliegues virtuosísticos, sino en el control de las sonoridades, las dinámicas y la articulación. Si bien Kissin no dejó de introducir, en momentos puntuales, aspectos sinfónicos de gran sonoridad, e incluso muestras de brillante virtuosismo (como en el brahmsiano “Wehe, so willst Du mich wieder”), fue especialmente cautivador en situaciones de más tranquilidad, cuidando mucho los matices que iban desde del mezzoforte al pianissimo. También fue magistral su forma de enfocar la relación entre sonido y silencio, como quedó reflejado en “Ich hab’ im Traum geweinet”. Lo más importante es que todas estas virtudes estuvieron al servicio de interpretaciones de gran calado expresivo.

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Evgeny Kissin y Matthias Goerne
© Rafa Martín | Ibermúsica

El nivel interpretativo fue altísimo durante toda la velada, siendo especialmente memorables los dos grandes ciclos presentados: Dichterliebe, op. 48, de Schumann, y los Lieder und Gesänge, op. 32, de Brahms. En el primero, los artistas se centraron especialmente en los aspectos más sombríos; no solo en los momentos más tristes y dramáticos, como “Hör’ Ich das Liedchen klinguen” o “Im Rhein, im heiligen Strome”, sino que ya desde “Im wunderschönen Monat Mai” –con un tempo algo más lento de lo habitual– parecía estar presente el drama que luego se desarrollaría. La interpretación de este ciclo emblemático fue muy atractiva y personal, podríamos decir que fue una versión con cierta dosis de pesimismo y que, de alguna manera, acercaba este ciclo al opus 32 de Brahms. En este último, Goerne aprovechó al máximo los aspectos sombríos de su voz oscura (impresionante en “Wie raft’ Ich mich auf in der Nacht”), y contó con la empatía absoluta de Kissin para redondear otro triunfo, que culminó en la inolvidable versión de “Wie bist du, meine Königin”. Un aspecto importante de este recital, que no se debe obviar, fue la actitud del público. Que en una velada de estas características (treinta y dos canciones sin descanso, más dos regalos) no se escucharan móviles, y toses solo en brevísimos momentos puntuales, parece casi un milagro en los tiempos que corren. Este factor, sin duda, redondeó el gran éxito de la velada.

Fue una noche espléndida, para recordar, tanto por la belleza de las obras, como por la calidad de las interpretaciones. Esperemos que la colaboración entre estos dos grandes artistas siga produciendo resultados tan importantes.

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