Hay programas en los recitales que nos sacuden ya antes de escucharlos, que requieren que el protagonista de todo de sí y que además no eximen de cierta exigencia al oyente, dado que se alejan de todo complacimiento. Son esos programas los que realzan la figura del intérprete, los que realmente permiten vislumbrar un discurso y una coherencia que no se limitan a la mera exposición técnica de recursos u ocurrencias, sino que demuestran criterio y visión global. Y en tal sentido, lo que ofreció Yulianna Avdeeva en el Círculo de Bellas Artes fue una estupenda muestra de ello, con un programa entre Bach y los años que rodean y atraviesan la Segunda Guerra Mundial en los lares eslavos y rusos. 

Yulianna Avdeeva © Maxim Abrossimow
Yulianna Avdeeva
© Maxim Abrossimow

El Bach que propone Avdeeva, con la Suite inglesa núm. 2 y la Toccata en re mayor, BWV912, destaca por su trazo bien equilibrado, con fraseo limpio y uso muy limitado del pedal, subrayando el carácter de danza (en la Suite) y ahondando en una sonoridad que sin imitar un clavicémbalo, mantiene una cierta huella en el uso del teclado, híbrida, muy personal y meditada. Un Bach, por ende, respetuoso pero con carácter como mostró Avdeeva en significativos detalles como unas figuraciones del bajo bien marcadas o unos ornamentos en los que primaron la intensidad rítmica. 

Por otro lado, el Shostakovich bachiano evidenció las capacidades de Avdeeva para plasmar un sonido amplio y luminoso, especialmente en el Preludio en re mayor, y un cierto gusto elegante para el juego musical en la aparejada Fuga, virando a tintes más feroces en el otro Preludio y Fuga en do sostenido menor. Concluía la primera parte la Suite 'The Life of the Machines' , de Szpilman, buena prueba de otras cualidades de Avdeeva, como la brillante agilidad que veríamos con más enjundia en la segunda parte. 

En efecto, la obra reservada para después del descanso era de calado: la Sonata núm. 8, op. 84, de Prokofiev, probablemente la más compleja del corpus. Pero Avdeeva dejó claro su dominio y la administración de los medios para hacerse con la obra. Delineó un esmerado primer movimiento, de exquisita sapiencia a la hora de cincelar las voces intermedias y construir un fraseo que no perdía continuidad; así mismo, no tuvo problemas en alcanzar cotas de potencia en los pasajes más contundentes con una técnica sin fisuras que aprovecha el peso desde el hombro, dando libertad a la parte inferior del brazo y por ende permite no perder agilidad en una digitación precisa. Por encima del dominio técnico prima además la visión y el criterio sobre la sonata, con un Andante sognando envolvente, alejado del sarcasmo de los movimientos extremos, pero sin perder ese poso de aspereza que deja al oyente inquieto. El final de la sonata requiere encauzar y culminar ese recorrido, jugando con esos contrastes de carácter entre una luminosidad que se abre a través de los arpegios y esa inquieta mano izquierda que interrumpe el discurso, algo que Avdeeva ejecutó brillantemente y con el justo equilibrio. 

Cuando un intérprete lleva a cabo de manera magistral un programa de este grado de exigencia, es difícil escoger los elementos más significativos habiendo sido en su conjunto un recital excelente, con criterio en su elección, al juntar autores distintos pero no revolverlos sin respetar sus particularidades, y brillante en su ejecución, como ya indicado (que no agotado) en las glosas aquí descritas. Avdeeva se confirma como una pianista de medios muy sólidos, de discurso inteligente y alejada de los aspavientos mediáticos, lo que esperamos, esto último, que no sea impedimento para que nos visite a menudo en los escenarios madrileños. 

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