No cabe duda de que el maestro Barbieri se merece un homenaje, y más en el Teatro de la Zarzuela, que para eso le dio impulso a la institución y grandeza al género. El maestro nació en 1823, y el Teatro ha querido rendir homenaje al bicentenario de su nacimiento con la presentación de una de sus obras cumbre, estrenada en 1864, y representada por última vez en nuestro coliseo en 2001: nos referimos, cómo no, a Pan y toros, de la que nos dice el programa de mano que es uno de los títulos más queridos y celebrados por los amantes de la zarzuela. Bien conocida la obra por el público, se nos ha ofrecido como novedad la personal visión de Juan Echanove, el magnífico actor español que se estrena con este título en los entresijos de la dirección de escena.
La obra, bien que la música sea notable y original, y el mensaje en cierto modo coherente con la problemática actual, adolece de un defecto que merece ser tenido en cuenta, y es sin duda el libreto de José Picón, de estructura errática y desordenada, que en general dificulta la comprensión y el seguimiento de la trama y, por tanto, afecta al disfrute del espectáculo como un todo. Uno tiene que aferrarse, pues, a la escenografía y a la interpretación musical, para comprender la valía de esta insigne partitura, pero esta se encuentra recortada todo el tiempo por larguísimos pasajes declamados que siempre terminan ralentizando la acción, pues carecen del impulso rítmico propiciado por una música audaz.
De ahí, tal vez, la necesidad de proyectar una escenografía eficiente que pudiera suplir las carencias de un libreto brillante, y ayudar al espectador a seguir la trama con el elemento visual de lazarillo. Enmarcado en los ambientes, pinturas y grabados goyescos, la acción se desarrolló fundamentalmente en las entrañas de una plaza de toros, bajo una interesante y acogedora iluminación bien atenuada. Al fondo, proyecciones ampliadas de los personajes de Goya, y en escena un logradísimo cuerpo de baile que en todo momento hacía aspavientos, se retorcía y se comunicaba con gestos grotescos, como animando a los personajes del pintor aragonés. Para esto hay opinión de todo tipo, vaya, pues, al criterio de cada uno si todos estos recursos realmente aportan algo a la trama o si, por el contrario, resultan prescindibles. Destacamos, por ejemplo, como prescindible, aquel en que apareció un bailarín tirando de una tabla provista de numerosos zapatos que una bailarina iba depositando cuidadosamente sobre el escenario, mientras aquel se dedicaba a dar puñetazos al suelo, generando un sonido incómodo y desagradable que dejó a más de uno estupefacto y confundido.
Sin duda le sacó el máximo partido posible el director Guillermo García Calvo a la partitura de Barbieri, creando con un enfoque rítmico adecuado la necesaria sensación de desarrollo, y con una magnífica atención al sonido el ambiente psicológico propicio a cada escena. Toda la formación musical supo conectar desde los primeros compases con el sentir más o menos trágico que se perfila en el libreto, y con el ambiente festivo que se le atribuye normalmente a los españoles y que, en este caso, queda claramente perfilado en el libreto. Destacamos en esta ocasión la labor de la Orquesta de la Comunidad de Madrid, la Rondalla Lírica de Madrid “Manuel Gil”, y cómo no, al extraordinario Coro del Teatro de la Zarzuela, que aportó vigor y cohesión a la representación.
Así como la partitura es homogénea en lo relativo a la calidad musical de sus números, todos interesantes, no destaca por un pasaje inolvidable o por una canción particularmente conmovedora y sobresaliente, a la manera de otras zarzuelas. Pero sí lo hicieron todos sus protagonistas vocales, bien otorgando personalidad y distinción a sus personajes, bien haciendo gala de un notable dominio expresivo; a este respecto debemos destacar la desbordante voz de la soprano canaria Yolanda Auyanet, y el extraordinario timbre de la mezzosoprano Carol García, que hizo alarde de una técnica brillante y de un efectivo e interesante fraseo, cualidades estas que lograron el máximo reconocimiento de los asistentes.
Una lograda función de estreno, como ven, con elementos para todos los gustos, arriesgada, con un elenco vocal comprometido y una formación instrumental sin fisuras, y con una puesta en escena llamativa e interesante que sin duda dará mucho que hablar durante todas las representaciones que tendrán lugar durante este mes de octubre.