La producción de Emilio Sagi, que este año celebra su 34º aniversario, logra siempre cosechar un gran éxito. Y es que, el asturiano consigue sacar todo el partido de un texto brillante, divertido y agilísimo como es el de Francisco Ramos de Castro y Anselmo Cuadrado Carreño, repleto de bromas, juegos de palabras y referencias al contexto socio-político de la época —los convulsos años treinta del siglo pasado— que aún hoy el público comprende provocándole carcajadas. La crítica social a través del humor es algo que nunca pasa de moda.

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Escena de La del manojo de rosas
© Javier del Real | Teatro de la Zarzuela

La programación de La del manojo de rosas en esta temporada obedece a la celebración del 90º aniversario del estreno del título, allá por 1934, una época en la que la zarzuela como género no atravesaba su mejor momento. Tenía que competir con las mucho más ligeras y exóticas revistas y cabarets y por eso los números son más cortos y con un carácter más bailable, dejándonos con muy pocos momentos que recuerden al bel canto. El título con el que se presenta es preciso en este aspecto: en primer lugar es sainete y, luego ya, lírico. Y así ha parecido entenderlo el equipo del Teatro de la Zarzuela a la hora de seleccionar un reparto de sublime calidad en cuanto a la actuación, pero con algunas carencias en cuanto al canto.

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Vanessa Goikoetxea (Ascensión) y Manel Esteve Madrid (Joaquín)
© Javier del Real | Teatro de la Zarzuela

Destacó notablemente, y así lo hizo notar el público en la ovación final, Ángel Ruiz en el papel de Espasa. Estuvo divertidísimo en un papel complejo por su abundante léxico —característica que da nombre al personaje— y que requiere una gran agilidad y capacidad discursiva para mantener la atención del espectador y que se ría cadencialmente al final de las bromas. Guardo muy buen recuerdo de un Cardona de Doña Francisquita que interpretó Manel Esteve hará en torno a cinco años, precisamente por el carácter garboso que el catalán sabe dar a sus personajes. No solo encajó perfectamente en el papel de Joaquín, sino que además, pude notar una clara evolución en su forma de cantar, esta vez con mucha más presencia y alargando el fraseo todo lo posible para no perder ni un gramo de los escasos momentos de lirismo. ¡Ya podría Sarasate haberse estirado un poco más!

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Gerardo López (Ricardo) y Ángel Ruiz (Espasa)
© Elena del Real | Teatro de la Zarzuela

En el papel de la protagonista, Ascensión, estuvo Vanessa Goikoetxea. Su gran momento fue la romanza “No corté más que una rosa”, en la que desplegó sus cualidades vocales: unos pianissimo casi imposibles mantenidos mediante el vibrato y que ganaban en volumen muy poco a poco. Personalmente, me pareció que la vasca tomó un riesgo innecesario. No hubiera pasado nada por comenzar con algo más de volumen y hubiera evitado tener que abusar del vibrato. Nuria García Arrés interpretó a una Clarita pizpireta y muy animada que encandiló con su actuación, pero que en el canto no funcionó, con una voz que no logró proyectar ni siquiera hasta el patio de butacas. Mejor estuvo su pareja, Capó, interpretado por Jesús Álvarez Carrión. Impecable en lo actoral, defendió bien sus líneas melódicas, aunque no me hubiera importado escucharle con algo más de presencia. Cierra el reparto vocal Gerardo López como Ricardo con un timbre un poco nasal, pero interesante que se destacó en los números con otras voces masculinas como el divertido chotis “¿Quién es usté? / Mussolini” que mantuvo con Manel Esteve.

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Nuria García Arrés, Jesús Álvarez Carrión, Ángel Ruiz, Vanessa Goikoetxea y Manel Esteve Madrid
© Javier del Real | Teatro Real

La orquesta, liderada en esta ocasión por Alondra de la Parra, estuvo muy correcta, destacando los timbres de las maderas y, especialmente, el clarinete en números como “No corté más que una rosa”. Y es que el imponente sonido de la Orquesta de la Comunidad de Madrid le dio más empaque a una obra musicalmente ligera, pero que, en conjunto, merece la pena volver a reponer las veces que haga falta.

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