El director huésped israelí Lior Shambadal dirigió la Orquesta Sinfónica Nacional de México en un maridaje frecuentemente encontrado en los conciertos: Mozart clásico y Bruckner romántico.
La Sinfonía concertante en mi bemol mayor, K. 297b, fue escrita en 1778, pero la partitura original se perdió y solo reapareció en una copia anónima de 1869, cuya autoría se atribuye a Mozart. Los solistas Rolando Cantú (oboe), Eleonor Weingartner (clarinete), Gerardo Díaz (corno) y Carolina Lagunes (fagot) desempeñaron un papel principalmente de acompañamiento en el primer movimiento, mientras la orquesta tocaba a un volumen bastante estable e invariable. En el segundo movimiento (Adagio), el virtuosismo de los solistas fue mucho mayor, ya que todos tocaron con delicadeza, con un mayor contraste dinámico que la orquesta. El tercer movimiento fue ágil, repleto de melodías rápidas y ornamentaciones, pero de nuevo con un contraste dinámico bastante apagado. La obra terminó de forma rápida y poco memorable.
Bruckner dedicó su Tercera sinfonía a Wagner, pero tras un estreno fallido y las duras críticas de muchos de sus colegas, la sometió a una extensa revisión durante el resto de su vida. Aunque en la web de la orquesta figuraba programada la versión de 1877, la que se interpretó, y aparecía en el programa de mano, era la de 1889; esta presenta varios cortes respecto a las anteriores y omite la coda del Scherzo. El trémolo de apertura se tocaba muy despacio, traicionando la instrucción de la partitura de "Mässig bewegt" ("moderadamente movido"). Además, el clímax del tema de apertura se tocó con un decrescendo inusual (y no escrito) a un volumen más bajo que el fortissimo indicado. No obstante, Shambadal navegó por el movimiento con un agudo sentido de la arquitectura, y la emocionante coda compensó la algo lenta apertura.
El Adagio estuvo mejor ejecutado con los tempi lentos del movimiento anterior, haciéndolo solemne y serio. El contraste dinámico también fue mayor aquí, y los silencios brucknerianos entre los grupos temáticos puntuaron el desarrollo del movimiento con eficacia. El Scherzo, como todos los scherzi de Bruckner, proporcionó un contraste enérgico y ardiente con los movimientos anteriores, con las rápidas figuras de corcheas entrelazadas como la maquinaria de un reloj. La indicación "Ziemlich schnell" ("bastante rápido") se siguió fielmente en este caso, y tanto el scherzo como el trio del movimiento galoparon con presteza. Aunque faltaba la coda, el final seguía siendo contundente. Este movimiento fue el mejor ejecutado de la sinfonía.

El final retomó el impulso del lento primer movimiento, acentuando eficazmente la síncopa entre las cuerdas y los metales en el tercer grupo temático. La coda, que (por primera vez en las sinfonías de Bruckner) incorpora elementos temáticos de los movimientos anteriores, fue bien ejecutada, siendo evidente la influencia de Wagner en las cadencias plagales. En conjunto, una interpretación competente de una de las sinfonías menos interpretadas de Bruckner.