Comenzó el XII Ciclo de Conciertos de Cámara y Solistas, que se celebra en el espléndido Teatro Liceo de Salamanca, con la presentación de la Orquestra Clássica do Centro. Esta formación portuguesa, bajo la dirección de Sergio Alapont, ofreció un programa atractivo y exigente, con un resultado variable.

La velada comenzó con la Obertura en re mayor, de Carlos Seixas, importante compositor luso del barroco. El director español Sergio Alapont desplegó mucha energía y tuvo ideas interesantes, que ofreció con convicción. En muchos momentos, fueron inobjetables la claridad polifónica y rítmica, además del cuidado de la articulación. Por otro lado, hubo cierta tendencia a la sequedad sonora –quizás le hubiera beneficiado una acústica con más reverberación– y, en todo caso, el resultado global fue algo irregular; con momentos muy logrados, y otros, como el comienzo, algo imprecisos y con un balance orquestal no tan convincente. Versión atractiva, pero claramente mejorable.
El Concierto núm. 4 en sol mayor para piano, de Ludwig van Beethoven tuvo como solista a Bernardo Santos, joven pianista portugués que mostró cualidades importantes, tanto en lo técnico como en lo musical. Versión de mucha rapidez en los movimientos extremos, en la que el pianista no siempre estuvo cómodo, con situaciones que pusieron al límite sus capacidades técnicas. Pero Santos tuvo ideas interesantes y momentos logrados, como las cadenzas no habituales –de corte lisztiano–, el final del segundo movimiento y diversos cantábiles a través de la obra. Alapont y la orquesta mantuvieron muchos de los aspectos ofrecidos en la obra de Seixas, y lograron algunos resultados excelentes, como el mencionado final del segundo movimiento; aunque, curiosamente, no hicieron un atacca hacia el tercero. En conjunto, una interpretación no completamente redonda y a la que le faltó algo de poso, pero que tuvo interés y contó con la prestación de un pianista de mucho talento.
La segunda parte de la velada tuvo el atractivo de ofrecer la Sinfonia núm.1 en do menor, de Felix Mendelssohn, obra raramente programada, pero en la que el compositor -que entonces tenía quince años- ya daba muestras de sus extraordinarias capacidades. En esta ocasión, las maneras mostradas por Alapont, especialmente inspirado, y la orquesta dieron sus mejores frutos, consiguiendo una versión excitante y plenamente convincente. El primer movimiento (Allegro di molto) estuvo lleno de arrojo y contrastes, pero el nivel subió aún más a partir de un segundo (Andante) muy bien cantado, sugerente y lleno de atmósfera. El tercero (Menuetto-Allegro molto) también convenció por el tratamiento de los acentos sincopados y la tranquilidad contrastante del trio. En el cuarto (Allegro con fuoco) hubo precisión, energía, gran claridad en los pasajes contrapuntísticos, y una maravillosa realización de los pasajes con las cuerdas en pizzicato. Gran versión de esta obra interesantísima.
Así finalizaba la velada, que nos descubrió a un solista, un director y una orquesta de innegables cualidades; con una primera parte algo irregular y una segunda que nos regaló un Mendelssohn de muy alto nivel.