En el Teatro Liceo de Salamanca hemos podido disfrutar de un recital en el que la soprano lírica Miren Urbieta-Vega y el pianista Maciej Pikulski han conmemorado el centenario de la muerte del gran compositor italiano Giacomo Puccini (1858-1924). El evento pudo no haberse celebrado, debido a una infección que la cantante padecía desde hacía algunos días. En todo caso, aunque Urbieta-Vega tosió en algún momento y la emisión de su voz se vio algo afectada al comienzo de la velada, su estado de salud no afectó a la calidad de las versiones, por lo que pudimos comprobar la labor de una excelente pucciniana, acompañada por un pianista sensible y seguro en lo técnico. Pikulski, además, presentó cada obra del programa.

La primera parte estuvo dedicada a varias canciones del compositor creadas entre los años 1883 y 1917, un repertorio no tan conocido, pero que merece la pena escuchar, ya que son perlas que contienen momentos de gran interés, no demasiado alejados de la sensibilidad desplegada en sus óperas. Las cuatro primeras mostraron a la cantante en su lado más íntimo; y, si bien no estaba en perfecto estado vocal en las dos primeras –algo que fue subsanado en el resto del programa–, convenció desde el principio, ya que desplegó una técnica sólida –con gran facilidad para los agudos–, y una expresión adecuada a cada canción. Especialmente destacadas fueron sus versiones de Terra y mare y de Sole e amore. Pikulski, que se mostró como un excelente colaborador de la cantante, continuó la velada con una versión de la Paráfrasis de concierto sobre Rigoletto de Franz Liszt –basada en la ópera de Verdi–, que evidenció sus cualidades pianísticas y musicales. Posteriormente, otras cuatro canciones del compositor nacido en Lucca, en las que destacaron detalles como la gracia pianística en E l’uccellino o la expresión vocal en Morire.
Pero fue en la segunda parte de la velada donde llegaron los momentos más memorables: en las arias programadas de La bohème, Madama Butterfly, Suor Angelica, Manon Lescaut y Turandot. Aquí, Urbieta-Vega, ya con pleno control de sus cualidades vocales, recreó cada personaje con gestos de gran expresividad y una especial capacidad de convicción. El momento climático fue su magnífica versión del aria “Tu che di gel sei cinta”, donde su recreación de Liù fue plenamente convincente, erigiéndose como una pucciniana a tener muy en cuenta. En esta segunda parte, el pianista, además de ofrecer un magnífico apoyo a las arias, deleitó otro interludio lisztiano-verdiano, el Miserere du Trovatore. Resultó una versión cuidada, en la que supo diferenciar momentos como el sonido de las campanas, el Miserere y la melodía de Enrico. Como regalo, los artistas interpretaron “O mio babbino caro”, aria de la ópera Gianni Schicchi, que, según explicó la soprano, no podía faltar en un homenaje al compositor. Una versión esplendida para concluir la velada.
Un homenaje digno de la calidad del compositor, que tanto en repertorio menos habitual como en las obras más famosas, fue presentado en versiones excelentes.