Una velada muy peculiar y primaveral titulada “Fleurs”, la que pudimos disfrutar en la sala de cámara del Auditorio de Tenerife. En el programa, una selección de canciones francesas, todas dedicadas a las flores. La soprano francoarmenia Mélody Louledjian (conocida ya en Tenerife por sus estupendas actuaciones anteriores) y el pianista francés Martin Surot fueron los guías en este delicioso viaje, para el que no hacía falta ser florista o floricultor, ya que la soprano actuó también como presentadora, comentando las obras con simpatía y un castellano excelente.

Martin Surot (piano) y Mélody Louledjian (soprano) © Miguel Barreto | Auditorio de Tenerife
Martin Surot (piano) y Mélody Louledjian (soprano)
© Miguel Barreto | Auditorio de Tenerife

La velada comenzó con las Chantefleurs de Jean Wiener, que ocuparon la mayor parte del programa. Cincuenta canciones breves que se basan en la obra homónima de Robert Desnos, autor surrealista que construye un mundo onírico de gran imaginación. A su vez, la música de Wiener para estos poemas es fantástica: variada, pegadiza y con algunas indicaciones curiosas en la partitura (españolississimo, tempo de blues lentissimo, très “Casino de Paris”, patriotique, etc.). Aunque estas miniaturas han tenido otros arreglos, funcionan perfectamente en este formato. En ellas, la bella y sólida voz de Louledjian resultó más que adecuada. Por otra parte, sus incursiones en el mundo del jazz y la música popular, más su soltura como actriz, son factores que nos permitieron disfrutar de las características de cada una de las canciones. La imitación del gallo en "Le coquelicot", el virtuosismo vocal del final de “Le souci”, el aire español de “Le jazmin”, el estilo blues de “La pivoine” y los aires latinos de “La mimosa” o ”La capucine”, entre otros, fueron magníficamente reflejados por la soprano. Martin Surot se mostró como un pianista muy seguro y sensible, con gran economía de medios y atento siempre a las inflexiones de la cantante; además, aportó su voz en la simpática “La giroflée”. Gran versión de estos dos estupendos artistas.

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Martin Suro y Mélody Louledjian
© Miguel Barreto | Auditorio de Tenerife

El programa continuó, sin descanso, con la interpretación de Catalogue de fleurs, siete canciones de Darius Milhaud –basadas en poemas de Lucien Alphonse Daudet–, en las que el compositor explora recursos como la bitonalidad (“Le crocus”) y muestra su maestría en técnicas como el canon. En todo caso, un lenguaje diferente al del ciclo anterior, y en el que la cantante se sintió cómoda; reflejándose su experiencia en la música contemporánea. Louledjian logró momentos de gran sutileza sonora y plena compenetración con el pianista, que evidenció un control exquisito de las gradaciones dinámicas. Seguidamente, “Les fleurs” de Erik Satie, con texto del catalán J. P. Contamine de Latour. En esta canción, perteneciente al ciclo 3 Mélodies, Louledjian y Surot volvieron a convencer por la belleza de la voz y el control de los acordes pianísticos; mientras que en Nature morte de Arthur Honegger –con texto del holandés Fritz-René Vanderpyl– ambos reflejaron el ambiente lúgubre y fantasmal. El recital concluyó con L’âme des roses, una preciosa canción que fue compuesta (y grabada en 1924) por René de Buxeuil. Cantada mientras la soprano ofrecía al público flores tomadas del escenario, fue un momento adorable. Como regalo, repetición de dos de las canciones más pegadizas de Wiener: “La capucine” y “La mimosa”.

De esta manera concluía un recital encantador, con obras no muy interpretadas y en versiones que les hicieron plena justicia. 

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