Siempre crea expectación la presencia de quien fuera titular de la Orquesta Sinfónica de Tenerife en el largo periodo de casi veinte años, sin duda una época dorada para este conjunto orquestal, y actual director honorario, Víctor Pablo Pérez, quien empuña nuevamente la batuta ante sus antiguas huestes en una oferta de obras modernas y contemporáneas de menor difusión en los programas concertísticos habituales.

Su maestría y el gran conocimiento del conjunto, de la cual sigue extrayendo sus mejores prestaciones, le permiten ofertar un programa bastante inusual, comenzando con una Suite sinfónica de John Williams en homenaje a sus compañeros compositores de bandas sonoras cinematográficas como Cinema Paradiso, El Padrino, Tiburón, La pantera rosa, etc... todo ello a suerte de evocador pastiche. Así, resonaron en el Auditorio sin solución de continuidad las populares melodías de Nino Rota, Henry Mancini, Max Steiner o Ennio Morricone, entre otros. La interpretación ofrecida, plena de pasión y dinamismo, acredita de forma suficiente que lo asequible y popular no se encuentra en contradicción con la excelencia musical.
A continuación, y siguiendo con repertorio de inspiración jazzística, la suite de la ópera Porgy and Bess, con arreglos de Robert Bennett -quizá lo mejor del concierto- a cuyos efectos se reunió la casi totalidad de efectivos de la Orquesta. La misma se desenvolvió con gran acierto y sensibilidad en la interpretación, atendiendo a los momentos de mayor lirismo como a los tutti con una limpia sonoridad que sin duda resaltó los aspectos tanto más emotivos como los más exultantes. Todas las secciones orquestales respondieron al unísono, de forma disciplinada y hasta cómplice con las precisas instrucciones de Víctor Pablo Pérez, quien con su ya conocida maestría supo extraer el mejor rendimiento de sus músicos y de las innegables virtudes de esta obra contemporánea.
La segunda parte del concierto se completó con la primera interpretación por este conjunto del Concierto para piano del compositor, y también solista, Marco Mezquida, bautizada como “Talaiot” del año 2023. La pieza es interesante y atractiva, aunque algo desigual. Las reminiscencias de las obras de Gershwin y Rachmaninov son más que evidentes, eclecticismo que no resta originalidad tanto a la partitura como a la interpretación. Llamó la atención la gestualidad del solista por algo exagerada y a la vez contagiosa, y que pareció trasladar a algunos de los profesores de la orquesta. En definitiva, la ejecución resultó de un muy buen nivel, con un acompañamiento sinfónico atento y disciplinado. Sin lugar a dudas, Mezquida merece un atento seguimiento, tanto por las cualidades como compositor como por su innegable calidad interpretativa.
La apuesta del maestro Pérez merece el mayor de los aplausos en orden a la originalidad del repertorio elegido, a la interpretación ofrecida y al control frente a una Orquesta de la cual obtiene sus mejores cualidades. Tanto en los momentos más requeridos como en los de mero acompañamiento sella una impronta de su buen hacer y que dignifica lo que no es un reconocimiento del pasado, sino la actualidad de un gran director merecedor de más y prometedores éxitos en el futuro.