La propuesta familiar de la presente temporada de Ópera de Tenerife con la intervención de la Compañía de Títeres Etcétera, dirigida por Enrique Lanz (nieto de Hermenegildo Lanz, a la sazón maestro de escena del montaje original, en colaboración, entre otros, con Federico García Lorca), no podía ser más original y prometedora.

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Pablo Urbina al frente la Orquesta Sinfónica de Tenerife en El retablo de maese Pedro
© Miguel Barreto | Auditorio de Tenerife

Si bien esta ópera breve del maestro gaditano puede no parecer la mejor elección para el inicio de los más pequeños en el mundo de la música clásica, aún con el atractivo de ser fundamentalmente interpretada por títeres, debido a la complejidad de su estructura musical, en el presente caso cabe destacar no resultó en absoluto frustrante a los fines pedagógicos indicados y conforme al objetivo perseguido. Inmerecidamente poco representada, su música discurre entre el nacionalismo y el impresionismo, con reminiscencias de música medieval en la linea de la escasa producción de Falla, meticuloso hasta el límite en su creación artística. La producción escénica, ofrece una monumental representación presidida por las gigantescas figuras de inspiración barroca, de un impacto visual indiscutible y que encarnaban respectivamente a los tres intérpretes de esta singular obra. Por su parte el supuesto escenario donde se desarrollan los hechos narrados por los titireteros era protagonizado por figuras inspiradas en la ancestral tradición de marionetas de Mali. Toda una mezcolanza de culturas y estilos, sorprendente pero eficaz a más no poder, constituyendo una suerte de metateatro de gran atractivo, y sin duda lo mejor de la velada.

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Los solistas Abraham García, Gabriel Álvarez y Ruth González
© Miguel Barreto | Auditorio de Tenerife

Tras la extensa charla de carácter divulgativo dirigida a la numerosa infancia asistente, dió comienzo la obra en sí, de no más de medio hora de duración. Los tres personajes fueron servidos por las voces del tenor Gabriel Álvarez como Maese Pedro, el Trujamán de Ruth González y el Quijote de Abraham García. El papel del titiritero que da nombre a la obra lo encarnó Álvarez con total seguridad; sus escasas intervenciones fueron de indudable solvencia y profesionalidad. La casi declamada intervención del ayudante de Maese Pedro, Trujamán, originariamente concebido para niño soprano, corrió a cargo de Ruth González, tratándose de un rol de aparente facilidad, pero que encierra diversas dificultades técnicas por su elevada tesitura y el citado carácter declamado de su partitura, inspirada en aires musicales de la Edad Media. González afrontó el complicado canto con una bella voz de soprano ligera bien timbrada y de notable calidad en general, añadiendo un plus actoral digno de reseñar ante la monumentalidad del escenario. El bajo-barítono Abraham García, de voz poco robusta, dio vida a un Hidalgo de La Mancha que exige mayor enjundia, desaprovechando los momentos de mayor lirismo y merecedores de mayor lucimiento, dentro de un contexto dominado por la espectacularidad de la representación escénica, pero en todo caso merecedora de mayor brillantez en la parte vocal. 

En resumen, la parte canora se mostró un tanto plana, quizás poco implicada, que bien pudiera haber alcanzado un mayor nivel de excelencia, pero sin duda desplegada con total honradez y motivación, tratándose de una sesión de este carácter. La dirección musical de Pablo Urbina, en esta ocasión de las reducidas huestes de la Orquesta Sinfónica de Tenerife, supo extraer las ricas sonoridades de esta ecléctica pieza mostrando en todo momento gran seguridad y dominio de la misma. Cabe una mayor objeción al hecho de que la representación resultó amplificada electrónicamente, a seguro por la interferencia de la gigantesca tramoya sobre la acústica del Auditorio, pero en lineas generales hay que reconocer que se trata de un espectáculo muy recomendable y que en definitiva cumple con sus fines pedagógicos hacia los menores, que por cierto mostraron un admirable silencio y respeto hacia la representación durante toda la función.

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