La actuación de cada cuerda fue excepcional y sería injusto elevar a ninguna por encima del resto: se trata, qué duda cabe, del resultado sobrevenido a las direcciones expertas.
Una orquesta solvente, un solista de gran calibre y una batuta capaz de cartografíar y exprimir la feracidad del paisaje. Sustituyan cada elemento por la SWR Symphonieorchester, Tzimon Barto y Christoph Eschenbach: la fórmula será adecuada.