El 38 Festival Internacional de Música de Canarias ha presentado a la superestrella Lang Lang, quizás el pianista más mediático del momento. Con millones de seguidores por todo el mundo, su presencia supone un punto estelar en cualquier programación, y el intérprete no decepcionó en el Auditorio de Tenerife. La velada comenzó con la Arabesca, op. 18, de Robert Schumann, obra que, según el propio pianista, supone una introducción ideal a las Goldberg. Lang Lang mostró un completo dominio de las sonoridades y una constante búsqueda de contrastes, además de una gran vena poética. Algún rubato un poco exagerado hizo que se echara en falta más sencillez, pero esto no empañó lo que fue una versión excelente y emotiva de esta hermosa obra schumaniana.
Las Variaciones Golberg de J. S. Bach protagonizaron el programa, en la peculiar versión ofrecida por el pianista chino. Visualmente mucho menos exuberante de lo que suele ser habitual en él y con una concentración absoluta, Lang Lang fue desgranando una interpretación en la que utilizó todos los recursos del piano, convertido este en una orquesta capaz de todo tipo de matices. Técnicamente, estuvo prodigioso, resolviendo todos los problemas con brillantez y naturalidad, mientras que los aspectos polifónicos se apreciaron con una gran claridad, gracias a la magistral utilización de los casi infinitos recursos pianísticos que posee. El pedal derecho fue utilizado de manera diversa, ya que en algunos momentos se abstuvo de usarlo, en otros lo usó con moderación, y alguna que otra vez lo utilizó generosamente (esta diferencia se dio, en ocasiones, en una misma variación). En su conjunto, el uso del pedal fue exquisito, aun así, algunas de las variaciones, como la 5 (prodigiosamente tocada, en todo caso) o la 26, se habrían beneficiado con algo menos de pedal. El pianista utilizó también efectos organísticos en la variación 29, mientras que en la variación 16 (Ouverture) añadió algunas octavas y creó también efectos conclusivos.

En cuanto a la estructura, quedó claro que Lang Lang se centró especialmente en los aspectos expresivos de las arias y las variaciones en tono menor, especialmente en la 25 (convertida en sus manos en casi beethoveniana), aún sin perder de vista las lentas en tono mayor, con las que contrastó, logradamente, las danzas y toccatas. Las ornamentaciones fueron generosas, aprovechando especialmente las repeticiones y, como norma general, los tempi se mantuvieron estables, salvo algún que otro rubato y algunos ritardandi al final de ciertas variaciones. Lo que haría fruncir el ceño a más de uno son los cambios de dinámicas entre distintas frases de una misma variación, muy al estilo de las ediciones bachianas del siglo XIX, que escuchamos en algunas ocasiones. El pianista quiso mostrar todas las posibilidades sonoras de la obra y dio rienda suelta a su imaginación, creando una versión que no será para todos los gustos, pero que fue maravillosamente tocada y tuvo muchos momentos de genialidad. Ante el delirio del público, Lang Lang ofreció de regalo un arreglo pianístico de la canción tradicional china Flor de jazmín, como celebración del inicio del Año del Tigre, en China, tal y como explicó el mismo pianista.
Fue un recital extraordinario, que nos ha permitido disfrutar de un Schumann estupendo, y, sobre todo, de una versión discutible, pero intrigante y atractiva, de las Variaciones Goldberg de Bach, a cargo de uno los pianistas más mediáticos, importantes e interesantes del momento.