Más de diez años después de su creación, Max Richter replantea el imaginario barroco de Antonio Vivaldi en la que es su obra magnánima, Las cuatro estaciones, en el Palau de la Música. Una propuesta de un trabajo rescatado del 2012, donde esta obra ampliamente conocida, estudiada y oída, es insuflada por un espíritu de reconciliación posmoderna. Con The Four Seasons Recomposed, Richter, como uno de los representantes de música contemporánea más reconocidos, desarrolla este proyecto –tildado, en su momento, de insolente por ver una falta de consideración a la música barroca– motivado por un objetivo personal y conciliador de reencontrar de nuevo ese brío primigenio que le deslumbró durante su niñez. El compositor aborda con ello un tema central en las salas de conciertos de todo el mundo, especialmente frente a sus programaciones, todavía hoy vigente: la sobreexplotación y sobreprogramación de grandes obras que, precisamente, ha conllevado a acabar con ellas y con su magia, llevándolas al extremo de convertirse en éxitos desgastados. Richter compone a partir del material de ‘Il prete rosso’ con el ánimo de reimaginar, recomponer y reconciliar. Con nuevos lenguajes y recursos, haciendo la base minimalista y electrónica su firma personal, plantea una nueva mirada sensorial a una de las obras que deviene pilar del academicismo musical.
La Franz Schubert Filharmonia y Sayaka Shoji fueron quienes esbozaron la atmósfera armónica y melódica de la partitura vivaldiana, deconstruida en bucles y partiendo de lo motívico repetitivo en veintidós fragmentos, procedentes de una perspectiva sobre la conjugación de modalidades, tonalidades o texturas. Arrancando desde la procedencia de la música de cámara, The Four Seasons Recomposed deviene una narrativa lenta, escalonada y donde los pasajes sonoros se sustentan entre el minimalismo electrónico de los sintetizadores y las secciones de cuerda de tripa. Cuatro remezclas dedicadas a la regeneración del alma sonora de unas líneas musicales que se creían perdidas, a base de piezas desmanteladas y proporcionando un viaje recompositivo al interior de la obra original. Un ejercicio llevado a cabo por la unión de patrones y una variedad de recursos experimentales a favor del rescate emocional a través de este cataplasma cadencioso.
Sayaka Shoji, en un papel doble como solista y directora, abordó el planteamiento de la pieza desde el virtuosismo y la amplitud de lenguajes frente a las influencias añadidas a la lectura clásica. Sonidos electrónicos o punks se entre hilaron con el protagonismo descriptivo de los pasajes; la serie de episodios orquestales, llevados a cabo por una nueva generación de músicos de la FSF, subrayaron las diversas tonalidades encontradas en la estructura formal de ritornelli, recreando trinos de pájaros o tumultos de tormentas. Una evocación que Shoji posibilitó con una muestra diestra de su arco, ágil y de acabados versados, con cambios enérgicos en los momentos solistas: obra creada para goce y disfrute del violinista, en el que explotó mayoritariamente los recursos y efectos del instrumento solista. La orquesta, conformada para disponer la atención a los solos, fusionó tensiones armónicas y contrastes instrumentales con las texturas “postclásicas” de Richter; una asociación sonora particular que resultó una exposición motívica ampliada en rangos, a través de un mismo material (de tratamiento diverso), creando un collage estético que permitía apreciar lo primario y lo deconstruido.
Max Richter, Sayaka Shoji y la Franz Schubert Filharmonia enarbolaron un retrato musical sobre la admiración y la composición; el reencuentro y la revalorización de una obra escuchada como por primera vez, bajo una forma conversacional que devuelve y amplia su grandiosidad. The Four Seasons Recomposed supone un encuentro entre el ayer y el hoy, y una conciliación, finalmente feliz, para el compositor alemán.
Über unsere Stern-Bewertung