La Orquesta Sinfónica de Galicia, junto con la Sociedad Coral de Bilbao y la mezzosoprano Ainhoa Zubillaga, bajo la batuta del director norteamericano Andrew Litton, ofrecieron una interpretación heterogénea que alternó momentos vibrantes con otros excesivamente confusos.
El cineasta ruso Sergei Eisenstein estrenó en 1938 la película, de marcada intención propagandística, Alexander Nevsky, con música de Sergei Prokofiev. En la elaboración de la partitura, Prokofiev pudo poner en práctica todas las técnicas compositivas propias del cine que había aprendido en los Estados Unidos en sus años en el exilio. En 1939, en vista del éxito obtenido por la película, adaptó la banda sonora a la cantata Alexander Nevsky, Op.78, para mezzosoprano, coro y orquesta. Esta es la versión que pudimos escuchar en el festival Musika-Música 2018, organizado por la Fundación Bilbao 700, que se ha celebrado en el Palacio Euskalduna a lo largo del primer fin de semana de marzo y que tenía como eje central la música europea en el periodo entreguerras.
La obra, que arranca en un tono menor trágico y contundente que pretende situarnos en una Rusia que sufre los envites de las invasiones mongolas, no se inició con todo el dramatismo esperado, quizás por una velocidad que, por momentos, parecía excesiva. La sensación sonora inicial mejoró y por medio de una precisa aceleración se llegó a las primeras notas de la “Canción de Alexander Nevsky”, momento donde el coro sonó firme y empastado en la grave tesitura que la partitura dibuja. Los compases más destacables del tercer número, “Los cruzados en Pskov”, los protagonizó el diálogo entablado entre orquesta y coro, donde la orquesta sobresalió en exceso. Aunque la sensación general fue de un sonido opaco, hubo momentos de mucho brillo, siendo el metal la sección con una interpretación más destacable (aunque no exenta de irregularidades).