El segundo concierto de abono de la Orquesta Sinfónica de Galicia concitó el magisterio pianístico de Javier Perianes con la inefable inspiración que destilan y contagian los conciertos para piano de Ludwig van Beethoven. En esta ocasión, Perianes no sólo desempeñó el rol de pianista, sino que también tomó la batuta del director, para ofrecer su interpretación integral de los Conciertos para piano núm. 1 y 3 del compositor de Bonn.
El reto de que un solista o concertino asuma simultáneamente las riendas como director genera una atmósfera de incertidumbre, que muchas veces no se resuelve satisfactoriamente. Pero en esta ocasión, ocurrió justo lo contrario. Estamos ante obras profundamente arraigadas en el ADN de la orquesta y de Perianes, quienes las han interpretado en incontables ocasiones. De hecho, la sincronización entre el solista y la orquesta fue resuelta por Perianes impecablemente; un claro reflejo del trabajo en los ensayos a lo cual se sumó la presentación el día previo del mismo programa en Vilagarcía de Arousa. Perianes, normalmente contenido ante el teclado, se mostró extremadamente enfático en sus movimientos, dirigiendo de pie las introducciones orquestales y convirtiéndose desde el mismo piano en un "hombre orquesta". A sus movimientos amplios, estirándose al límite a izquierda y derecha, casi alcanzando los pies de los atriles de primeros violines y violas, se sumaron sus continuas miradas, a veces reflexivas, en ocasiones inquisitivas y en muchas ocasiones hipnóticas. Fue un deleite seguirle en esta faceta menos habitual en él, en la que, sin duda, seguirá profundizando.
Perianes, desmintió el cliché de intérprete contenido y moderado, dotando a los conciertos de un atractivo balance entre el máximo vigor y la delicadeza extrema. La capacidad para liderar desde el piano, marcando los tiempos y las dinámicas, fue especialmente apropiada en los movimientos extremos, mientras que en los lentos se encontró como pez en el agua haciendo que los matices más sutiles se desplegaran con una claridad cristalina. Ambos Largos disfrutaron de tempi extendidos, con un rubato controlado y un fraseo muy natural, nada artificioso, pero al mismo tiempo rico en sutiles crescendi y diminuendi. Si a esto sumamos la inmensa musicalidad de Perianes, el resultado fue un diálogo elegíaco entre el solista y la orquesta, lleno de melancolía y belleza atemporal.
El otro gran momento de la noche fueron las cadencias, muy especialmente las de los Allegros con brio, en las que Perianes mostró un uso inteligente del pedal y una proverbial capacidad para manejar los saltos y trinos con agilidad. No menos brillantes fueron los Rondos, siendo el del Primer concierto más juguetón y ligero en su carácter, mientras que el del Tercero destacó por su mayor intensidad dramática y profundidad emocional. Un cierre triunfal que demostró la habilidad de Perianes para mantener la cohesión de la orquesta incluso en las partes más exigentes.
Largas ovaciones para Perianes y sus músicos, claramente merecidas por el altísimo nivel interpretativo tanto por parte del solista como de la OSG. Su ejecución, no sólo fue técnicamente sólida y cuidada, sino que al mismo tiempo logró transfigurar a los asistentes, dejando una impresión duradera y profunda.