Tras la exitosa presencia, la semana previa, del director titular Roberto González-Monjas, la temporada de la Orquesta Sinfónica de Galicia fue cerrada por su predecesor en el cargo, Dima Slobodeniouk. Aun con estilos y concepciones musicales totalmente diferentes, ambos, excelentes batutas, están perfectamente engranados con la orquesta. En ese sentido, ha sido un fin de temporada cargado de simbolismo y que hace justicia a la última década de la orquesta: un período importante de crecimiento y renovación, en lo que ha sido una retroalimentación modélica que ha hecho que directores y músicos alcanzasen conjuntamente la excelencia en lo musical, pero también en lo humano. No fue, sin embargo, el deslumbrante fin de fiesta al que habitualmente estamos acostumbrados; no porque el programa no fuera interesante, sino por la sustitución hace meses de la programada Sinfonía de los salmos por la más convencional Suite de Peer Gynt. Todos somos conscientes de que en el repertorio finlandés Slobodeniouk ha alcanzado un nivel de clarividencia musical, no en vano, lo lleva en su sangre. Su formación casi exclusivamente finesa y su antigua titularidad de la Orquesta Sinfónica de Lahti, le confieren una autoridad en estas obras que recuerda a la de otros nombres de la actualidad como Salonen o Vänskä, con los cuales coincide en no pocos aspectos.

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Dima Slobodeniouk al frente de la Orquesta Sinfónica de Galicia
© Orquesta Sinfónica de Galicia

Slobodeniouk hizo que la archipopular suite de Peer Gynt fuese una auténtica delicia de principio a fin, abordando cada número con inmenso sentido y sensibilidad; haciendo que la música naciese de sus manos con una madurez casi otoñal. Las piezas más descriptivas, La mañana y la Danza árabe resultaron de una transparencia y claridad, ajena a cualquier exhibicionismo. Los momentos más íntimos, La muerte de Ase y La canción de Solveig, fueron especialmente conmovedores, destilando en cada acorde la máxima emoción, y finalmente, los números más intensos –El retorno de Peer Gynt y En la gruta del rey de la montaña– aportaron la adrenalina necesaria para hacer que es esta música que le hemos escuchado a Slobodeniouk en diversas ocasiones y escenarios, resultase nueva y estimulante, transformando lo familiar en algo verdaderamente novedoso.

La segunda parte fue un magnífico regalo de despedida de Slobodeniouk del abono de la OSG, hasta dentro de dos temporadas: la inmensa Quinta sinfonía de Sibelius. Música que nace de los más abruptos impulsos vitales y existenciales, que se traducen en los más extremos acordes y desacuerdos; su interpretación constituye un reto musical de primer orden. Una vez más en Sibelius, Slobodeniouk marcó distancia emocional, en lo que fue una vivisección de la partitura que fue más allá de lo visceral, buscando alcanzar la esencia de esta enigmática música. El viaje emocional del primer movimiento fue construido con un pulso firme, que cristalizó en su poderoso clímax, y en la arrolladora coda que fue sustentada por unas cuerdas cargadas de energía y que sirvieron de base sobre la cual los metales y las maderas crearon una auténtica ola de fuerza y luz. El Andante mosso, con una concepción más ligera y fluida proporcionó un respiro, no exento de nerviosismo, después de la intensidad del primer movimiento. En él, fue un placer seguir compás a compás la forma en que Slobodeniouk exploró y diseccionó las texturas y colores del movimiento y que dieron paso a la explosión sonora del Allegro molto final. Música plena de nostalgia, acentuada en frases descendentes de las cuerdas que nos llevan al abismo, o melodías exultantes de las trompas que nos hacen volar a mundos ignotos. 

El evidente puente musical con Chaikovski corre el riesgo de ser exprimido hasta lo patético, pero Slobodeniouk mantuvo los pies en la tierra, llevando con sobriedad la música hacia su conclusión épica, con los míticos seis acordes finales. Ausentes en la versión original, fueron introducidos finalmente por Sibelius como reflejo de tantas preguntas sin respuesta que él mismo arrastraba; las mismas que todos llevamos en nuestra mochila. Su resolución fue convincente, poniendo fin exitosamente a una temporada que nos hace mirar hacia el futuro con ilusión y ánimos renovados.

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