La visita de orquestas españolas a la temporada de la Sinfónica de Galicia es siempre un acontecimiento enriquecedor. En esta ocasión retornaba la vecina Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, bajo la batuta de su titular Nuno Coelho y acompañada del excepcional pianista británico Stephen Hough. Su presencia en un jueves laboral pudo, sin embargo, haber influido en una entrada de público algo menor a lo habitual. Sin embargo, el programa ofrecido, con obras emblemáticas del repertorio sinfónico, prometía una noche de alto nivel artístico.

Nuno Coelho al frente de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias © Orquesta Sinfónica de Galicia
Nuno Coelho al frente de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias
© Orquesta Sinfónica de Galicia

Desde la entrada del solista en el Allegro molto moderato del Concierto de Grieg, este capturó la atención con una aproximación simultáneamente vigorosa y refinada. Hough, a quien recordamos en vivo de una extraordinaria Rapsodia Paganini, hace ya más de una década, conserva intactas sus muchas cualidades pianísticas, entre las que destaca su poderosísimo sonido, la ágil digitación y la clara e incisiva pulsación. Su empatía con la OSPA fue máxima, integrando sus intervenciones a la perfección con el discurso orquestal. Nuno Coelho prefirió un tiempo vivo y sobre todo pleno de ritmo y vitalidad, haciendo un Grieg más nórdico que germánico. El Adagio proporcionó un contraste emotivo tras el vigor del primer movimiento, desplegando Hough la sutileza, expresividad y una atmósfera de introspección que invitaba a la reflexión. Las cuerdas susurrantes aportaron un igualmente sutil acompañamiento. El Allegro moderato molto e marcato volvió a ser enérgico, dinámico al máximo. El carácter folclórico de la obra emergió con claridad bajo la pulsación incisiva del solista, mientras que la dirección de Coelho fue decisiva, manteniendo un ritmo ágil que permitió a la orquesta seguir el enérgico impulso del solista sin perder cohesión ni precisión. Hough respondió a las ovaciones con una interesante propina, infrecuente, pero en sus propias palabras, un auténtico hit en su época, Susurros de primavera, op. 33 núm. 2, de Christian Sinding.

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Stphen Hough junto a la OSPA con Nuno Coelho en la dirección
© Orquesta Sinfónica de Galicia

La Décima sinfonía de Shostakovich, aunque habitual en el repertorio, sigue siendo problemática para las orquestas. Más allá de sus dificultades técnicas específicas, es una obra que requiere un plus de expresividad y emotividad, para que su construcción, poderosa y rotunda, revele de forma coherente sus muchos momentos de introspección y reflexión. La OSPA, en esta ocasión no se mostró lo suficientemente inspirada para arrastrar al oyente con un gran Shostakovich. Así, el Moderato se tradujo de forma voluntariosa, intentando crear una atmósfera poderosa, sin embargo, aunque el desarrollo temático fue bien construido desde el pódium, nunca llegó a aflorar la complejidad emocional de Shostakovich, en buena parte porque la interpretación careció de la vehemencia en cuerdas y maderas hubiese que podría haber marcado una diferencia significativa. El crucial Allegro, conocido por su carácter casi cinematográfico, se abordó con un enfoque que priorizó la claridad sobre la intensidad. Aunque la interpretación fue técnicamente competente, faltó la ferocidad necesaria para transmitir el drama inherente de la música. 

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Profesores de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias
© Orquesta Sinfónica de Galicia

El caleidoscópico Allegretto supone un cambio radical de atmósfera, que le de sentido a su carácter críptico y a las densas texturas orquestales. La orquesta respondió con una interpretación medida y considerada, pero de nuevo, se echó en falta una mayor pasión. Finalmente, en el Andante-Allegro hubo un buen manejo de las transiciones, tan importantes en Shostakovich, y de los climas expansivos, pero la conclusión no logró alcanzar el impacto emocional esperado, resultando en una interpretación más plana de lo que la sobrecogedora música de Shostakovich podría justificar.

Fue una conclusión agridulce tras una estimulante primera parte. Sin embargo, sería injusto no tener en cuenta las dificultades que enfrenta una orquesta para ajustarse a los requisitos específicos de una gira en medio de la preparación de un exigente programa, así como a un escenario con unas condiciones acústicas muy distintas a las de su propia sede.

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