Ópera a quemarropa, organizado por la Comunidad de Madrid, es un festival dedicado a la ópera de cámara. Es este un interesante formato que permite optimizar recursos y, en este caso, presentar con medios bastante sencillos una producción coherente y compacta del intermezzo per musica, Il Giocatore. Aarón Zapico y Forma Antiqva, en su siempre loable labor investigativa, han recuperado esta obra prácticamente desconocida de Niccolò Jommelli, la cual, aunque calca algunos tópicos estilísticos de la época, nos ha mostrado momentos realmente apreciables.

La historia es farsesca, sin demasiada narrativa y basada en la atracción-repulsión de los dos personajes, Baccoco y Serpilla: él es un jugador empedernido, que intenta convencer a ella de que va a un club de lectura, pero Serpilla encuentra los naipes y pide el divorcio. Baccoco se hace pasar por el juez que lo tiene que tramitar y, en su falsa identidad, como su chichisbeo, sugiere a Serpilla que lo hará si ella le acepta. Ella accede, Baccoco se quita su disfraz y la acusa de traicionarlo (sic!). Serpilla, mortificada, le pide perdón, le disculpa sus vicios y todo termina con un chispeante dúo de amor. Sirva este escueto resumen para ver lo trasnochado y simplón de la historia, aunque la producción reservará una pequeña sorpresa.
Musicalmente, Zapico sustenta la obra con un formato reducido con él mismo al clave, dos violines, violonchelo, guitarra barroca y tiorba, obteniendo un sonido pleno, dinámico y bien empastado. La parte instrumental tiene bastante protagonismo en la partitura, aportando contrastes tímbricos y resaltando la estructura rítmica de los varios momentos con determinación. El resultado fue muy satisfactorio en ese sentido, logrando una sonoridad de tránsito entre barroco y clasicismo, y con un tono desenfadado que corresponde al pequeño formato y al tema. Por su parte, Pilar Alva posee una voz bien asentada, plena en todos sus registros, con unos agudos bien colocados y con la apropiada agilidad para este rol cómico. Justamente se podría echar algo de menos cierto juego vocal y expresivo para exaltar ese carácter farsesco y evitar cierta repetitividad que la partitura inevitablemente contiene, pero en todo, caso la soprano granadina cumplió notablemente con el papel.
Por otro lado, Javier Povedano tuvo que acometer un rol exigente para su voz de barítono, dadas las ornamentaciones, los cambios de registro y alguna que otra nota alta. Se desempeñó también muy noblemente, con toques de comicidad auténtica como en la escena en la que se hace pasar por juez, mientras que vocalmente, a pesar de cierta dureza tímbrica, sonó convincente, con emisión constante, rotundo en el registro más grave y nítido en el más agudo. Asimismo momentos como la escena en la que Serpilla pide el divorcio o el final mostraron que la complicidad entre los dos cantantes fue lo más destacado, con un buen equilibrio entre ellos y para con el conjunto instrumental, alcanzando lo que más se busca en este formato de cámara, a saber, el placer y satisfacción de hacer música juntos.
La producción propuso un corte contemporáneo en el vestuario, sustentado por unos fondos de dibujos y videoarte del paisaje urbano madrileño. Recursos sencillos pero eficaces, para dar contexto y dinamismo a la acción. Algo que se hubiera agradecido también en la dirección de los cantantes, que fue un tanto rígida y careció del humor que la música y texto sugerían. Por cierto, mencionamos la sorpresa final: Contreras decidió añadir un momento performativo para romper la impostada y caduca resolución, con parte del público “reventando” la función, criticando la romantización del final y también la “apología” del juego y los riesgos sociales del mismo en la actualidad. Un apéndice aleccionador y moralizante, de los que casi siempre sobran en mi opinión, aunque en este caso fue introducido de forma divertida y coherente.
En conjunto, se trató de una producción de interés por varios aspectos, bien desarrollada y ejecutada tanto en lo escénico como en lo musical, capaz de traer no solamente una obra desconocida, sino también un formato que puede dar resultados prometedores. Una sugerencia: la ausencia de un programa de mano, que bien puede ser solo digital, desmerece no solamente la producción, sino también la labor de recuperación de la partitura sobre la que Zapico y Forma Antiqva seguro que podrían darnos información valiosa.