Tempestuoso, cuanto menos, fue el preludio del 15º concierto de la actual temporada de abono de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, y no por la presencia de ninguna borrasca ya que la jornada atmosférica en Las Palmas de Gran Canaria resultó ser muy apacible. Un conato de huelga abortado a última hora que amenazaba la celebración del concierto, y un minuto de silencio reivindicativo acompañado de aplausos y protestas del público aportaron ciertas dosis de tensión extramusical.

Pero empezó a hablar Beethoven y la tormenta se apaciguó, dando paso al verdadero motivo que propició el encuentro entre público y ejecutantes; dos de las obras más emblemáticas de uno de los más emblemáticos compositores de la historia, a saber, el Concierto para violín y la Sinfonía 'Heroica', de Beethoven y ante las cuales, los conflictos terrenales y mundanos parecieron desvanecerse.

El Allegro ma non troppo del Concierto para violín en re mayor comenzó con una orquesta solemne, suntuosa y bien contrastada, que hizo gala de una cuerda brillante. Klaidi Sahatci, albanés residente en Suiza, deleitó al auditorio con una línea expresiva, luminosa, atacando con autoridad los pasajes más virtuosisticos. La batuta de Günther Herbig trató con sumo cuidado la interacción solista-orquesta, e hilvanó con sutileza los diálogos del violín solista con las maderas en los dos últimos movimientos. Efusivo aplauso del público al terminar la pieza, que intentó sacar una propina al solista —concertino de la Tonhalle de Zurich— para disfrutar unos minutos más del sonido de su Stradivarius de 1719, pero sin éxito.

Tras la pausa escuchamos la Sinfonía nº 3 en mi bemol mayor, que fue dirigida por el veterano maestro Günter Herbig sin partitura como es habitual en él, fue expuesta con magnificencia e innegable oficio. Esta obra, que podría catalogarse como el punto de partida de la sinfonía romántica, entraña no pocas dificultades, que se ven acentuadas por ser una de las más populares del catálogo del genio de Bonn por lo que una versión rutinaria sería difícilmente perdonable. Afortunadamente, eso no ocurrió ya que la batuta demostró conocer en profundidad la obra para ofrecer una versión que escudriñaba el fondo huyendo de toda superficialidad.

El Allegro se desarrolló con un tempo majestuoso, recreándose más en los detalles y matices que en el ritmo y la dinámica. En la excelsa Marcha fúnebre apreciamos una marcada progresión de tensiones sonoras en los pasajes más álgidos, esos en los que Beethoven parece elevarse hacia el infinito, siendo profundamente melancólico en los pasajes más elegiacos. Y es que Herbig, que fue discípulo de Karajan en su juventud, demuestra ser un excelente exponente de la escuela alemana en cuanto a intensidad y precisión en el discurso. Con una cuerda siempre inspirada, unos metales brillantes, y un bien dibujado diálogo de tensiones sonoras, los dos últimos movimientos fueron excelentemente resueltos.

Terminada la ejecución el concierto fue despedido con una sonora ovación del público, siendo una muestra más del excelente potencial musical de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria a pesar de las aparentes tensiones en su dinámica interna.

***11