Corría el año de 1511 cuando el rey católico ordenaba la construcción de un nuevo hospital para la ciudad de Granada siguiendo un nuevo modelo arquitectónico que presentaba la novedad de incluir cuatro patios. ¿El motivo? Mejorar en salubridad. Tal disposición permitía una mejor ventilación, haciendo del hospital un lugar mucho más adecuado para la atención de los enfermos. Pero los patios también tienen otra ventaja: permiten la entrada de la luz en un espacio mucho mayor y, sobre esto, sobre la luz, trató el recital ofrecido por Anna Lucia Richter y Ammiel Bushakevitz.

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Ammiel Bushakevitz y Anna Lucia Richter en el Patio de los Mármoles
© Fermín Rodríguez | Festival de Granada

La luz, a través de cualquier recoveco, es capaz de colarse en un edificio, apartar las tinieblas e iluminar salones imponentes. Del mismo modo arrancó Richter el recital, con una obra de Oswald von Wolkenstein en la que, junto a la zanfona supo emular, aprovechando la acústica del fabuloso Patio de los Mármoles, el sonido de los antiguos templos en los que una pequeña melodía es capaz de resonar atronadora entre grandiosas bóvedas. Tanto en esta pieza como en Unter den Linden realizó juegos vocales con rasgos estilísticos del periodo medieval –o eso creemos, ya saben que, con la Edad Media, se difumina la línea entre lo real y lo recreado.

Richter comenzaba con estas obras un viaje por la historia del lied, atravesando las diferentes etapas de la historia de la música hasta nuestros días y mostrando, tanto a nivel técnico como expresivo, un dominio casi absoluto de todas las peculiaridades que experimenta este género a través de los siglos.Tras los Minnesänger saltamos hasta Bach. Con la interpretación de Der lieben Sonne Licht und Pracht y O finstre Nacht se ofrece un curioso contraste entre una obra más coral, más ordenada o apolínea y una obra más expresiva o dionisíaca, con mayor importancia de la línea melódica y más oportunidades para recrearse que Richter no desaprovechó. Algo similar ocurrió al contraponer, ya en el clasicismo, Die Landlust de Haydn con Abendempfindung de Mozart. Sumando, eso sí, el dramatismo que la obra del salzburgués permite y que, combinada con la gracia que Richter posee, es capaz de generar una emoción que nos empieza a dirigir hacia el romanticismo.

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Ammiel Bushakevitz, zanfona, y la mezzo Anna Lucia Richter
© Fermín Rodríguez | Festival de Granada

Tras Mozart, Schubert: la arista entre el Clasicismo y el Romanticismo. En la temática también se aprecia como el vienés asume la sensibilidad hacia la naturaleza, manteniendo aún un profundo sentimiento religioso que demuestra en piezas como Im Abendrot, un precioso canto a la creación divina. Desgraciadamente, Richter escogió realizar una versión excesivamente lenta que impidió que pudiésemos disfrutar correctamente del precioso fraseo de esta pieza. Aunque destacó en la expresividad y el dramatismo tanto en Richter como en Bushakevitz –las dos obras de Hugo Wolf: Die Feuerreiter y Wohim mit der Freud? fueron, sin duda, de lo mejor de la velada– y la alemana supo lidiar de manera sobresaliente con las dificultades técnicas que plantean piezas como Nach dem Lichtverzicht de Reimann; no salió tan airosa de las piezas más dinámicas del programa como el Neue Liebe de Mendelssohn y el Berlin im Licht de Kurt Weill, donde le faltó algo más de agilidad y un carácter más marcato.

En las propinas brindó un homenaje a Victoria de los Ángeles quien, como quinta que era de Alicia de Larrocha, también hubiera cumplido los cien años este 2023. La obra escogida fue el Sommerabend de Brahms. No obstante, llamó más la atención la segunda propina, una pieza del siglo VIII que interpretó al estilo procesional, recorriendo el precioso Patio de los Mármoles mientras Bushakevitz tocaba la zanfona en lo alto del escenario. Una representación que cuadra con el imaginario medieval aunque, curiosamente, el Patio de los Mármoles esté más cercano en el tiempo a la fecha actual que al siglo VIII.

El alojamiento en Granada para David Santana ha sido facilitado por el Festival de Granada.

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