Es insólito que una gala en la que muchas piezas sean arias de ópera tenga como principal reclamo al director del evento, pero cuando se trata de Teodor Currentzis lo excepcional se vuelve la norma. Lo que podría ser una sucesión de piezas cortas constantemente interrumpidas por aplausos y toses, se vuelve en un continuum oportunamente hilado, que revela además un equilibrio estructural y una tensión envolvente que concluye en un festivo éxtasis. Es el rito de Currentzis, en el que se transita de la angustia, al dramatismo, donde los pliegues del barroco handeliano son el pretexto para alcanzar la catarsis.

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Orquesta y Coro musicaAeterna y Teodor Currentzis
© Elvira Megías | La Filarmónica

Acompañaba al director griego sus inseparables coro y orquesta de musicAeterna y una selección de cantantes principalmente provenientes de la academia Anton Rubinstein, que demostraron sus cualidades con grande expresividad pero sobre todo se pusieron a disposición del discurso, siempre disruptivo, de Currentzis; este, como es habitual, dirigió sin tarima a una distancia muy reducida de cantantes y músicos. 

© Elvira Megías | La Filarmónica
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En general la atmosfera del concierto se mantuvo más en el ámbito de las sutilezas, de una estilización extrema del arte de acompañar, aunque no faltaron momentos majestuosos y enérgicos como por ejemplo en los coros –memorable el himno de la coronación de Zadok the Priest– o en el único margen exclusivamente instrumental que Currentzis se reservó con Alla Hornpipe núm. 2 de la Música acuática en re mayor, en la que dio buena demostración de sus fraseos cortos, su estilo a flor de piel combinado con un inminente sentido escénico. Porque no se puede negar que Currentzis es un director teatral, ya sea cuando dirige ópera, que cuando lo hace con música religiosa o sinfónica: se percibe la urgencia por transmitir un discurso y construir una narración. 

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Teodor Currentzis e Iveta Simonyan
© Elvira Megías | La Filarmónica

Nos conduce por un recorrido en el que los intérpretes son transmisores, que cincelan los detalles con máxima atención al gesto de su director y que nunca asumen más protagonismo que el que concede la música. Pudimos apreciar filigranas que se pasan por alto en este tipo de recitales ya desde el principio con un “Augelletti, ruscelletti” con Iveta Simonyan en el que los violines levitaron acompañando una voz plena y meditativa, o se alcanzó un clima de recogimiento sin parangón en el “De torrente in via bibet” de Dixit Dominus. Cubrió la franja más dramática el contratenor Andrey Nemzer con arias como “Penna tiranna” de Amadigi di Gaula o el recitativo y aria de Orlando “Ah! Stigie larve… - Vaghe pupille”, redondeando una actuación muy notable tanto en términos vocales como dramáticos. Resume bien la tonalidad emotiva del concierto una de las últimas piezas, el coro “O Love Divine, thou Source of Fame” de Theodora, en el que se privilegió un sonido robusto, con planos sonoros bien amalgamados, unos tempi bastante dilatados, pero con una pulsión firme y una tensión que nunca decayó. En la sección de encores, que se prolongó hasta pasada la una de la madrugada, no pudo faltar un “Lascia la spina cogli la rosa”, hermosamente delineada por Diana Nosyreva y la orquesta. 

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Sigue siendo sorprendente lo que Currentzis logra hacer, incluso más cuando, como en esta ocasión se aleja del histrionismo más evidente, por su capacidad de transcender las soluciones musicales tomadas individualmente y conectar con el público con solvencia técnica y absoluta seriedad. En tiempos de globalización y de ensayos precipitados, el fenómeno Currentzis aparece como una excepción: si bien es cierto que el director y su musicAeterna están a menudo de gira, no es tan frecuente encontrar grupos donde la marca personal esté tan arraigada y en los que se logran un nivel tan alto y original. 

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