Suele decirse que el contraste es bueno para todo. Ahí tenemos a Beethoven, que cada obra que compone es un absoluto contraste con la anterior; o a Mozart, donde el primer compás de una obra es tremendamente opuesto al segundo. En este nuevo concierto de Ibermúsica nos encontramos también con varios contrastes, comenzando por el significado de las dos grandes obras interpretadas. La primera, basada en las simplonas aventuras de Daphnis y Chloé, la bucólica novela del clásico Longo, con amores, raptos, paisajes e infortunios; y la segunda, basada en los perturbadores, divertidos y soeces poemas de los goliardos, donde todos los excesos tienen cabida y son bienvenidos, es decir, el Carmina Burana de Carl Orff.

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El Orfeón Donostiarra, ADDA Simfònica, Josep Vicent en la dirección, Milan Perišić y Sabrina Gárdez
© Rafa Martín | Ibermúsica

Pero en este caso, el contraste ha castigado a la magnífica obra de Ravel y al sobresaliente esfuerzo ejercido por la ADDA Simfònica y su director titular, Josep Vicent, si es que vamos a juzgar por la acogida recibida por ambas obras. Y es que no se puede competir con el Carmina Burana o, mejor dicho, con el "O Fortuna" del Carmina Burana. Tal es el grado de popularización de este fragmento exuberante que cualquier cosa que la acompañe tiene que pasar, necesariamente, desapercibida.

Y sin embargo, fue en Dahnis et Chloé donde la formación demostró verdaderamente que se trata de un conjunto del primer nivel a la que se le puede ofrecer, con visión de garantías, las obras más comprometidas del repertorio orquestal. Así, la orquesta perfiló con sutileza la multiplicidad de colores que surgen de la meticulosa escritura de Ravel, afrontando los sinuosos ritmos adecuados a un juego de danzas, extrayendo los episodios contenidos en la obra original con personalidad, sin menoscabar el discurso puramente musical, y produciendo un sonido envolvente y cautivador, complementado con serenidad y aplomo por el magnífico Orfeón Donostiarra. Al término de esta segunda parte de la Suite de Ravel, bien podríamos haber escuchado la primera. 

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Josep Vicent al frente de ADDA Simfònica
© Rafa Martín | Ibermúsica

El Carmina Burana de Carl Orff, aunque conocido, estentóreo y divertido, vive de las rentas del "O Fortuna" desde hace mucho tiempo. El resto de los números, si bien cada cual con sus virtudes, presenta ritmos y melodías que, en el fondo, no tienen tanta audacia. Sin embargo, hay que destacarle un gran mérito a la orquesta, y también a los solistas vocales, cuando resultó ser el "O Fortuna", tal vez, lo menos interesante. Y es que, en efecto, el resto de los poemas fueron afrontados con la personalidad necesaria para independizarlos del episodio inicial, y para descubrir elementos tímbricos, melódicos y percusivos diferentes a los de otras interpretaciones. Algunos también descubrimos al interesantísimo Rafael Quirant, que generó un ambiente aterrador y, al mismo tiempo, divertido, con su inolvidable “Canto del cisne asado”. Huelga decir que el Orfeón Donostiarra proyectó un regocijante "O Fortuna", pero aquí destacaremos su irrupción desbordante durante el episodio en la taberna, mucho más impactante. 

Al final, el director Josep Vicent, alentado por la acogida y por el carácter festivo de la pieza en cuestión, decidió repetir el "O Fortuna". Esta vez, en un infructuoso intento de involucrar al público en lo percusivo y en lo vocal, quiso dirigir al respetable, tal vez esperando que este pudiera seguirle el juego con las palmas, y en latín. Pero la rítmica terminó fundiéndose en aplausos, y así concluyó este sorprendente concierto de la más que llamativa ADDA Simfònica.

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