Comienza la temporada 25/26 del Círculo de Cámara en el magnífico edificio de Antonio Palacios, y en su no menos sorprendente y acogedor Teatro Fernando de Rojas, que goza de una acústica insuperable de la que se beneficia cualquier concierto o recital. Los asiduos al ciclo (esta vez el séptimo), podremos disfrutar de esta acústica en los próximos conciertos de la serie Schubert Dual, compuesta por sus tres ciclos principales y por selecciones de sus mejores lieder. En este concierto de apertura hemos asistido a una colección interesante de canciones de Schubert, que no suelen estar muy presentes (salvo excepciones) en el catálogo del oyente, por cuanto se programan menos que los ciclos completos.

Christian Gerhaher © Círculo de Bellas Artes
Christian Gerhaher
© Círculo de Bellas Artes

En el resultado de esta selección hemos de reconocerle habilidad al dúo formado por Christian Gerhaher y Huber, de entrada, en la organización de las mismas para dotar al concierto de una dirección homogénea y sensata. De esta suerte, el programa quedó estructurado según un discurso musical bien planteado que fue sumergiendo al espectador en el desarrollo del conflicto emocional romántico con todos sus elementos, contemplativo, tempestuoso, liberador, sombrío y ominoso. Es así que, amén de los elementos básicos de la interpretación musical, el recital se asemejó a un viaje bien parecido al de los ciclos famosos. Por tanto, la diversidad temática y sus elementos simbólicos (el río, la fuente, el tilo, el cisne) dotaron de variedad y frescura a un programa que, también es cierto, recurrió numerosas veces al tema de la muerte.

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Gerold Huber y Christian Gerhaher, primer concierto del Círculo de Cámara del CBA
© Círculo de Bellas Artes

Ambos intérpretes fueron capaces, también, de transmitir el mensaje de las canciones con la claridad que emana del estudio de la forma, de la estructura y del fraseo; pues es cierto que muchas de estas canciones responden a una forma y a un tempo menos habituales. El dúo facilitó la audición, por tanto, a través de una elección meticulosa de unos tempi que, por norma, no se regodearon en la lentitud; y de un fraseo que se transmitió con una articulación adecuada, y una interpretación escénica eficaz. A destacar, la capacidad rítmica del barítono Christian Gerhaher, que encuentra en el idioma alemán un vehículo perfecto para acompañar las notas de Schubert. Para mayor regocijo, tal vez habría sido útil, también, presentar al público unos sobretítulos en alemán que complementaran la traducción al castellano.

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Gerold Huber y Christian Gerhaher
© Círculo de Bellas Artes

Ya hemos destacado que el barítono presenta un enfoque teatral llamativo, pero también conviene indicar que su capacidad vocal es impecable, toda vez que se maneja en el equilibrio dinámico con soltura y eficacia, sabiendo implantar mayor impacto en los pasajes en que el poema lo requiere. Por su parte, el pianista Gerold Huber, que solventa dificultades de todo tipo y que, normalmente, pasan desapercibidas en el lied de Schubert, supo trascender las meras cuestiones mecánicas para proyectar un discurso complementario del mensaje, otorgando al cantante diversos lienzos con distintos colores y sonoridades para su mayor expresividad. Ambos intérpretes lograron momentos de gran conexión emocional, especialmente en las canciones Auf dem Wasser zu Singen y en las tres finales Die frühen Gräber, Der Herbstabend y Schwanengesang, un canto del cisne con el que culminó (con permiso de la propina) un recital sobrecogedor y difícil de olvidar.

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