Programar una ópera de Giuseppe Verdi suele significar un éxito seguro para cualquier teatro o auditorio, algo que se ha visto confirmado una vez más en esta producción de Un ballo in maschera, presentada por Ópera de Tenerife en colaboración con el Teatro Regio de Parma. La trama de esta obra maestra del compositor italiano mezcla intrigas, drama y ocultismo con escenas de brillantez y humor; factores todos que han sido reflejados de manera muy satisfactoria por todos los artistas implicados en esta velada.

José Bros (Riccardo) y Monica Zanettin (Amelia)
© Auditorio de Tenerife | Miguel Barreto

La directora de escena Marina Bianchi y sus colaboradores recrearon el ambiente de la época en la que se produce la acción, ofreciendo un escenario clásico realizado con mucho gusto, tanto en los decorados como en los vestuarios y el juego de luces. Aspectos como la suntuosidad palaciega, la tenebrosa choza de la bruja Ulrica y el misterioso lugar de encuentro entre Amelia y Riccardo (entre otros) fueron tratados con gran cuidado y de manera muy convincente, de tal forma que parecía que estábamos en el Boston del siglo XVIII. Todas las intervenciones de los bailarines del Centro Internacional de Danza Tenerife fueron brillantes, y los movimientos escénicos de los cantantes solistas y el coro estuvieron también a mucha altura.

La contralto Enkelejda Shkoza en el papel de Ulrica
© Auditorio de Tenerife | Miguel Barreto

Alessandro D'Agostini dirigió a la Sinfónica de Tenerife con buen pulso y solidez, mostrando su experiencia y capacidad, adaptándose a las distintas atmósferas y atento siempre a los cantantes. Ya desde el Preludio se pudo escuchar la capacidad para el fraseo verdiano y la atención a las distintas atmósferas: desde la dulzura a la pasión, pasando por los fugatos que representan a los conspiradores; estos últimos tocados con gran control rítmico y polifónico. El Coro Titular Ópera de Tenerife-Intermezzo, dirigido por Carmen Cruz, volvió a mostrar un nivel estupendo en todas sus intervenciones.

Sofía Esparza como Oscar
© Auditorio de Tenerife | Miguel Barreto

El tenor José Bros fue un Riccardo sensible y sutil que, sin renunciar a los momentos de bravura, cautivó especialmente con su dominio de la mezza voce y los pianissimi, mostrando una línea de canto depurada. Estuvo ejemplar en todas sus intervenciones, y cautivó especialmente en los momentos finales de la ópera. Dramática y de gran fuerza expresiva estuvo la Amelia de la soprano Monica Zanettin. A veces más verista que belcantista, su actuación fue a más, con un segundo acto muy convincente y un tercero en el que la voz adquirió una belleza especial. Destacó en “Ma dall’arido stelo divulsa” y, sobre todo, en “Morrò, ma prima in grazia”. Espléndida la Ulrica de la contralto Enkelejda Shkoza, con una voz oscura (muy adecuada para el papel) y un gran nivel en el arte del canto. El barítono Sergey Kaydalov desplegó una voz poderosa, que proyectaba magníficamente en el auditorio; y recreó un Renato serio y con autoridad, al que solo se le podría pedir algo más de variedad y sutileza. En todo caso, convenció en su comprometido papel, especialmente en momentos como la difícil “Eri tu”.

Sofía Esparza estuvo excelente como Oscar, papel interpretado por la soprano con una voz de gran belleza, cuerpo y proyección. Al mismo tiempo, se sintió cómoda con las agilidades demandadas y los diversos estados de ánimo, demostrando que es, sin duda, una joven cantante a seguir. También estuvieron muy bien los bajos Gianni Giuga como Silvano, Eugenio Di Lieto como Samuel y Nicolò Donini como Tom; todos ellos con mucha calidad vocal e interpretativa, al igual que el tenor Blagoj Nacoski, en su doble papel de juez y de siervo de Amelia.

Fue una función muy exitosa, que nos presentó esta gran obra de Verdi en una versión de calidad y con un elenco de mucha altura. 

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