“La emergencia climática está aquí”, se escucha. “La tierra no nos pertenece”, pues somos invitados de este lugar que nos fue legado. “El daño no es reversible”, hay que parar, no hay tiempo y esto debería preocuparnos. Akram Khan reescribe la historia de Rudyard Kipling cambiando su contexto, pero preservando en ella los mensajes esenciales de su argumento: el ser humano es una amenaza para la naturaleza. Jungle Book Reimagined se estrenó el 7 de abril de 2022 en el Curve Theatre de Leicester y desde entonces no ha dejado de recorrer el mundo abanderando una problemática que nos afecta a todos. Madrid, Barcelona, y ahora Oviedo, ya han sido testigos de este alegato artístico sobre la impasibilidad del ser humano ante el colapso del ecosistema.

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Jungle Book Reimagined
© Akram Khan Company

La historia de El libro de la selva, que tan bien conocemos a través de los libros y de la filmografía, se utiliza como pretexto para tratar temas urgentes para la humanidad: el cambio climático nos acecha y sólo el ser humano es el responsable del exterminio ocasionado. El personaje de Mowgli es en la obra de Khan una niña que pierde sus raíces en medio de un apocalipsis medioambiental y se ve obligada a adaptarse a las normas de la selva, que no son otras que las del ciclo de la naturaleza. La interpretación de los bailarines se animaliza, no tanto como una regresión al primitivismo sino a una expresión corporal instintiva, resultando una mutación integral del bípedo al animal cuadrúpedo. En este sentido, más que de una encadenación de pasos en sí mismos, la coreografía nos lleva a dinámicas corporales sustentadas en el discurso narrado por una voz en off

El lugar de la palabra en toda la obra es fundamental, hasta el punto de poder decir que el cuerpo las baila. La propuesta que el coreógrafo y su equipo nos plantea supone la posibilidad de asignar a los gestos un vocabulario verbal, más allá de la exageración teatral que pudiera tener el reflejo muscular de la respiración, del llanto o de la carcajada. Por esta importancia del discurso, narrado en inglés, se incluye en la proyección animada una traducción de las frases clave del guión que apoyan la comprensión del texto. Su autor, Tariq Jordan, junto con la dramaturgia de Sharon Clark, conducen la trama del espectáculo. En las partes más dialogadas, nos sentimos en medio de una obra infantil. Las frases se acompañan con gestos que bien podrían entenderse como una evolución de la pantomima, entonces podemos distinguir a Bagheera, la pantera maternal o al icónico oso Baloo. Mientras que en los momentos más danzados, estamos ante una obra grupal, donde la repetición y el crescendo de los movimientos, genera imágenes eficaces para contar la historia. La parte superior del torso nos deja cabezas ondulantes, brazos expansivos y microcontracciones musculares propias del popping. Cuando los bailarines están erguidos, pies y manos adoptan posiciones que evocan el kathak en una danza suspensiva, que flota en el aire, con el potente ambiente sonoro de Joeclyn Pook, en el que la hibridación cultural nos transporta a cantos ancestrales, litúrgicos y ruidos de maquinaria.

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Bailarines de Akram Khan Company
© Akram Khan Company

Si quisiéramos definir qué tipo de espectáculo se trata tendríamos dificultades para enmarcarlo en un único género. Su carácter poliédrico, a medio camino entre el teatro y la danza, se aproxima al musical y tiene claras reminiscencias del cine. La proyección animada de YeastCulture se funde con la escena de tal forma que se llega a hibridar con el cuerpo de los bailarines. El escenario es un espacio tridimensional a través del cual se explotan las posibilidades cinematográficas que da utilizar un recurso como este en un espacio teatral. Los diseños lumínicos se funden con los bailarines. A veces son aterradores, cuando el mar conquista la tierra y la humanidad está a la deriva, o los animales huyen del peligro en estampida; otras enternecen, en especial en los flashbacks que recuperan el pasado de esa niña, Mowgli, con su madre, convertida en la única esperanza para el cambio. La iluminación de Michael Hulls y la escenografía de Miriam Buether completan la riqueza visual del espectáculo, dejándonos siluetas sobre fondo verde y azul, la temida serpiente pitón Kaa hecha con cajas de diferentes tamaños que mueven los bailarines o un gran manto blanco que se vuelve océano avasallador.  

Y ante todo, “how dare you?”, se repite varias veces recuperando el leitmotiv del discurso de Greta Thunberg. Las artes pueden ayudar a difundir este tipo de advertencias, pero si no se escuchan sus voces, al igual que si no se escucha la voz de la naturaleza, como no hicieron las personas de aquel mundo anegado por la subida del agua del mar, entonces de poco sirve. “Listen” decían en la narración, “please, stop” porque la huella humana no se puede borrar y ya se ha vuelto herida.  

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