Respondiendo a la acertada política de la Orquesta Sinfónica de Tenerife de colaboración con directores invitados, signo distintivo de la temporada anterior, en esta ocasión el joven titular de la Sinfónica del Príncipado de Asturias y vecino portugués Nuno Coelho planteó un interesante programa iniciado por el temprano y primer poema sinfónico de Richard Strauss Macbeth, op. 23, asimismo, primera interpretación por nuestra orquesta. Siendo la obra más revisada por su autor, en busca del espíritu de la tragedia shakesperiana, también es de las menos difundidas, y en esta ocasión la interpretación ofrecida supo extraer las reminiscencias más lúgubres y sombrías de los sangrientos acontecimientos que conforman su argumento. Pese a su temprana composición, las esencias straussianas están presentes en la modélica orquestación de la que el conjunto insular supo extraer las más brillantes sonoridades anunciadoras de futuros logros musicales del muniqués. En resumen una agradable incorporación al repertorio de nuestra Orquesta, que como es habitual en ella ofreció un nivel de calidad sumamente notable en una pieza nada sencilla, repleta de explosiones sonoras y dificultades técnicas que solo un conjunto de enjundia y una sabia dirección pueden llevar a buen puerto, y este fue el caso.

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Nuno Coelho al frente de la Orquesta Sinfónica de Tenerife
© Miguel Barreto | Auditorio de Tenerife

A Catriona Marison correspondió la parte vocal de las Canciones de un compañero de viaje, de Gustav Mahler, compositor asimismo de destacada presencia en esta temporada. La obra se compone de cuatro canciones (Lieder) con letra del propio autor e inspiradas en el amor profesado hacia una cantante que conoció a los 24 años en Kassel, y cuya sencillez y cálida evocación melancólica no obstan a su elegante belleza trufada de melodías utilizadas a posteriori en la primera Sinfonía del autor. La mezzosoprano exhibió una poderosa voz sabiamente modulada, de bello timbre, rotunda en las tesituras más altas y dulcemente expresiva en los pianissimi, lo que aderezó con una dicción magnífica y un fraseo de libro. Por su parte la orquesta acompañó la parte vocal con total pulcritud y equilibrio, consiguiendo ese efecto lánguido y sentimental que requiere la composición. Fue, sin duda, de lo mejor de la velada.

El concierto finalizó con la Sinfonía núm. 4, op. 120 de Robert Schumann, obra profusamente revisada por su propio autor y que pese a sus clásicos cuatro movimientos, ofrece importantes innovaciones en este género musical que causaron división de opiniones a la fecha de su estreno y que prosigue en la senda de los "Titanes visionarios", leitmotiv de esta temporada de la Sinfónica de Tenerife. El primer movimiento fue acometido con energía inusitada, imponiendo tiempos rápidos y de una pulcritud sobresaliente, ajustadas todas las secciones orquestales a sus respectivos cometidos, lo que da fe del buen hacer del maestro Coelho. Para la Romanza reservó una visión plena de encanto y delicadeza, con gran protagonismo de las cuerdas en una suerte de milimétrica comunión. Resaltó este momento de calma y sosiego entre el resto de esta sinfonía dominada por las enérgicas esencias del más puro romanticismo musical. El Scherzo fue servido con renovada energía, con total precisión en las acompasadas reiteraciones melódicas de pasmosa y rotunda ejecución, ello aderezado con las impagables intervenciones de madera y viento que conformaron una brillante versión, equilibrada y brillante.

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La mezzosoprano Catriona Morison, Nuno Coelho y la Sinfónica de Tenerife
© Miguel Barreto | Auditorio de Tenerife

Finalizó esta bella sinfonía con el animado Langsam-Lebhaft, en la tonalidad de Re menor, con el gran protagonismo de los vientos (sobresalientes las trompas, trombones y trompetas) que resaltaron una brillante culminación de esta exitosa velada. La visión ofrecida por Coelho de las tres obras programadas resultó de una innegable inteligencia musical, captando sabiamente el espíritu de los tres compositores y de sus obras, desde el tenebrismo de Richard Strauss, la dulce melancolía de Mahler y el ímpetu romántico de Schumann. Un nuevo éxito.

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