Interesante y completo fue el concierto ofrecido por la Orquesta Sinfónica de Tenerife, en el que bajo el título La noche de Mahler se interpretaron obras de dicho compositor y de Alban Berg. Como intérpretes invitadas, debutaron dos artistas con una trayectoria internacional importante: la directora coreana Shiyeon Sung y la soprano alemana Katharina Ruckgaber. La velada se abrió con Blumine de Gustav Mahler, obra de gran belleza que tuvo una versión cuidada y bien realizada por Sung y la orquesta. La directora dio muestras de su precisa técnica de batuta y su capacidad para controlar los balances y las sonoridades orquestales. Destacaron también los momentos solistas con intepretaciones brillantes.

Katharina Ruckgaber y Shiyeon Sung
© Miguel Barreto | Auditorio de Tenerife

Por primera vez en su historia, la Sinfónica de Tenerife programaba los Sieben frühe Lieder de Alban Berg, obra escrita originalmente para voz y piano que el compositor orquestó posteriormente. Sus dificultades interpretativas son grandes, tanto para la cantante como para la orquesta; principalmente las relacionadas con la multitud de detalles y la variedad colorística requerida. Ruckgaber controló bien la voz, fue expresiva sin ser excesivamente sentimental, y mostró agudos poderosos, además de poseer una vena liederística que resultó adecuada para esta obra. A pesar de la nutrida orquestación, su voz se proyectó bien en el auditorio, y solo en algunos momentos se hubiera pedido algo más de sonido en las zonas medias y graves. La soprano estuvo a muy buen nivel y cantó con entrega desde la primera canción, “Nacht” hasta la última, “Sommertage”, siendo ambas, además, de las más dramáticas y próximas a la atonalidad, y que sonaron llenas de contrastes. De las otras canciones destacaron especialmente “Die Nachtigall” o ”Traumgekrönt”, donde se manifestaron especialmente las importantes cualidades vocales y musicales de la soprano. Sung y la orquesta hicieron un trabajo minucioso en los aspectos rítmicos y técnicos, colaborando con la cantante y reflejando bien los detalles de la intrincada orquestación. Más que luminosa y sensual, fue una visión instrumental que ahondó en los aspectos dramáticos, rítmicos y vanguardistas. En conjunto, una versión disfrutable de esta obra enigmática y fantástica.

Katharina Ruckgaber, Shiyeon Sung junto a la Sinfónica de Tenerife
© Miguel Barreto | Auditorio de Tenerife

Después de una primera parte relativamente breve, pero muy intensa, en la segunda escuchamos el plato fuerte de la velada: la extraordinaria Sinfonía núm. 4 en sol mayor, de Mahler, obra en la que la directora mostró la plenitud de sus capacidades técnicas y musicales. Al igual que con sus intervenciones anteriores, Sung cuidó los aspectos rítmicos y la calidad instrumental, pero mostró aún más las facetas melódicas y atmosféricas. En el primer movimiento (Bedächtig, nicht eilen), después de un comienzo rítmico y con gracia, pudo haber paladeado aún más algunos temas de la exposición; pero la versión de este movimiento fue in crescendo, y tanto la directora como la orquesta estuvieron muy bien en todos los aspectos, algo que se confirmó en el segundo (In gemächlicher Bewegung, ohne Hast), donde todo funcionó: la gracia, el excelente solo de violín, los aspectos melódicos del trío, etc. Pero, la perla fue un tercer movimiento (Ruhewoll, poco Adagio) estupendamente concebido y realizado, con sonoridades orquestales que envolvían la sala y momentos realmente mágicos, destacando la especial atención que Sung dedicó a las sorpresas armónicas planteadas por el compositor. Finalmente, el último y celestial cuarto movimiento (Sehr behaglich) redondeó el éxito, contando además con la excelente intervención de la soprano, que volvió a mostrar su calidad en una versión llena de detalles.

Con la Cuarta de Mahler concluyó exitosamente un programa bien planteado, con obras magníficas en interpretaciones de gran calado.

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