En su concierto de abono número 15 de la presente temporada, la Orquesta Sinfónica de Castilla y León (OSCyL) ofreció un programa que definió como celebratorio, por el estilo de las obras y la luminosidad que emana de ellas. Para el éxito de la velada, se contó con el estupendo director titular y una joven soprano que ya está firmemente establecida en el panorama internacional, y cuya participación resultó un acierto incontestable.

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Thierry Fischer y Hera Hyesang Park junto a la Orquesta Sinfónica de Castilla y León
© OSCYL

El programa comenzó con la obertura de La flauta mágica K620, de Wolfgang Amadeus Mozart; obra emblemática que recibió una lectura de gran interés. Thierry Fischer, con claridad de batuta y sin excesivos aspavientos, articuló magistralmente aspectos como la rítmica y la polifonía. Además, mostró muy bien los contrastes entre las distintas secciones de la obra y obtuvo siempre un sonido orquestal de gran claridad y transparencia, frente a una orquesta que respondió perfectamente a sus intenciones. Seguidamente, la soprano coreana Hera Hyesang Park deslumbró con el Exsultate, jubilate K165, también del genio salzburgués. Poseedora de una voz de gran belleza y una técnica muy cuidada, desplegó una facilidad pasmosa para la coloratura y las demandas de virtuosismo vocal, además de mostrarse expresiva e implicada en todos los aspectos de la obra. El primer movimiento encantó por energía y convicción, pero la soprano estuvo especialmente antológica en el recitativo “Fulget amica dies” y en el aria “Tu virginum corona”. El conocido, y temible, “Aleluya” fue tomado a un tempo muy rápido, pero controlado, de tal manera que se pudieron escuchar escalas nítidas y cristalinas, más un do agudo impresionante que llenó toda la sala. Fantástica versión, a la que contribuyeron de manera decisiva la labor del director y la orquesta.

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Hera Hyesang Park y Thierry Fischer
© OSCYL

En la segunda parte, la maravillosa Sinfonía núm. 4 en sol mayor, de Gustav Mahler. Partiendo de un trabajo orquestal exquisito –que convirtió a la OSCyL en un gran grupo camerístico flexible y orgánico–, Fischer enfocó esta obra dentro de una lógica muy personal. Estuvo siempre atento a los parámetros estructurales, pero sin olvidar aspectos como sensualidad, alegría y drama. Consiguió impactantes contrastes dinámicos y abundancia de sonoridades, proyectándose todo muy bien en la estupenda acústica de la sala. Todas estas virtudes fueron manifiestas en los dos primeros movimientos, de gran calado, mientras que el maravilloso tercer movimiento (Ruhevoll) –centro expresivo de la obra– resultó particularmente emotivo en manos del director suizo y la orquesta. La soprano, que estuvo en el escenario durante toda la ejecución de la obra, convenció en su interpretación del cuarto movimiento (Sehr behaglich). Aunque su labor no fuera tan indiscutible como en Mozart (hubiera preferido algo más de tranquilidad en algunas frases), su voz resultó adecuada, y demostró que tiene mucho que decir en estos repertorios de tipo liederístico. Esto fue también evidente en la obra de regalo, Morgen op 27 núm. 4, de Richard Strauss, en versión orquestal. Fue una interpretación bellísima, con protagonismo compartido entre la soprano y el excelente concertino de la orquesta.

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Thierry Fischer
© OSCYL

Emoción y celebración a partes iguales en un concierto de mucha calidad, que nos presentó a una soprano brillante y que evidenció la excelente labor que están realizando Thierry Fischer y la Orquesta Sinfónica de Castilla y León.

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