En su quinto concierto de la temporada, la Orquesta Sinfónica de Castilla y León y su director titular presentaron un programa atractivo y brillante, formado por obras británicas de los siglos XX y XXI, que recibieron interpretaciones muy convincentes. Cabe destacar la presencia, en la función de concertino, de Matthew Truscott, reconocido violinista británico.

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Thierry Fischer al frente de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León
© OSCyL

La Obertura Peterloo, op. 97, de Malcolm Arnold —que la orquesta tocaba por primera vez— es una obra impactante, de grandes contrastes, que reflejan una tragedia ocurrida durante una manifestación en el Mánchester del siglo XIX. Es evidente la maestría de Arnold como orquestador, además de esa capacidad especial para crear contrastes ambientales (lo que le dio grandes éxitos en la música para cine). La versión presentada por Thierry Fischer y la OCSyL fue impresionante, con balances muy logrados y dinámicas extremas; llegando a un sonido atronador en la sección central, que contó con unos percusionistas de muy alto nivel. En el Concierto para viola y orquesta de William Walton, el espléndido violista francés Antoine Tamestit resultó ser un solista muy adecuado. Además, estuvo perfectamente compenetrado con el director; algo que no es fácil, debido a los numerosos contrapuntos y detalles rítmicos de la escritura orquestal. De bello sonido, notorio virtuosismo, y gran capacidad de canto, Tamestit supo mantener el interés en todos los momentos de esta obra, una de las más emblemáticas para su instrumento. Por otro lado, Fischer desgranó los entresijos de la composición con gran claridad, y resaltó admirablemente aspectos como el lirismo del primer movimiento, el humor y la energía rítmica del segundo o la extrema poesía del tercero; sin perder de vista las intenciones del solista, y controlando el entramado orquestal. Como regalo, Tamestit volvió a mostrar su categoría en el Capricho en do menor (Homenaje a Paganini), de Henri Vieuxtemps, en una versión emocionante.

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Antoine Tamestit
© OSCyL

La segunda parte de la velada comenzó con The Butterfly Effect, de la compositora Dani Howard. Es una obra que muestra una utilización muy personal de los recursos orquestales; con efectos llamativos, especialmente en las flautas y en las trompas. Se detectan posibles influencias (Aaron Copland, música oriental), pero la compositora muestra una voz propia de mucho interés, con cualidades que fueron realzadas en la detallista versión de Fischer y la orquesta. Para terminar la velada, In the South (Alassio), op. 50, de Edward Elgar un poema sinfónico de gran calado, que puso a prueba los recursos de la OCSyL, reto del que salieron de manera muy satisfactoria. Una sorpresa especial fue la aparición de Tamestit, que en mitad de la interpretación salió al escenario para tocar el precioso solo de viola, colocándose en el lado derecho del escenario, y marchándose después de su intervención. En todo caso, el resultado global fue una versión que confirmó el excelente estado de forma de la orquesta y su compenetración con el director titular.

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Thierry Fischer
© OSCyL

En definitiva, resultó ser una estupenda velada con un programa ameno, formado por obras poco habituales y en versiones muy acertadas. El disfrute estuvo garantizado.

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