De nuevo el ciclo de conciertos internacionales de Ibercamera convocó a la dirección de Valery Gergiev y su sinfónica del Mariinsky para dar inicio su programación, tal como sucedió hace un año. La situación pandémica y sus circunstancias no son las mismas, pero sí ha sido prácticamente la misma respuesta del público y la proclama de este ante la exhibición de la plantilla de San Petersburgo. Un estreno de ciclo musical en el que los elegidos en el programa fueron Brahms y Strauss, con el Concierto para piano núm. 2 y el poema sinfónico Una vida de héroe, respectivamente. Como debutante de esta gira internacional y nuevo residente de temporada en el auditorio barcelonés, el pianista argentino Nelson Goerner fue el invitado como solista.

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Nelson Goerner y Valery Gergiev durante el concierto en L'Auditori
© Mario Wurzburger | Ibercamera

Las particularidades del Concierto para piano núm. 2 de Brahms son varias y llamativas desde la perspectiva compositiva de su época, pero a nivel de interpretación siempre le ha perseguido la fama de ser una de las piezas más complicadas para solista dentro de la pianística universal. Cierto es que conlleva una casi ininterrumpida participación para el solista, aunque otros hacen contrapeso en que no plantea excesivamente problemas en cuanto a dificultad técnica. En el caso de Goerner, quien ya ha participado en varias formaciones musicales en las que destacan orquestas y filarmónicas del mundo, no ha parecido suponerle un problema. Aunque siendo uno de los más destacados de su generación, su presencia justo ahora se empieza a notar en las salas de conciertos de la Península, siendo esto algo curioso. El primer movimiento destacó por la combinación entre temperamento rítmico, las oposiciones de registro, la intención interpretativa (sobre todo en los momentos de diálogo orquestal y tanto en los pasajes rápidos como lentos) y una exposición marcada por el lirismo. Si alguna cosa se podría haber echado en falta es posiblemente el volumen de la proyección, siendo la orquesta muy comedida en los ataques en el diálogo para poder favorecer al solista. Recurrió al Allegro appasionato con acordes amplios en el desarrollo, destacando la intensidad en los temas principales y en la mención a los rasgos zíngaros. La figura del violonchelo solista se sumó en la tercera fase, siendo el tramo más interesante los pasajes de superposición entre los dos instrumentos protagonistas, con ecos en las secciones de viento, y haciendo destacar la expresividad de estas líneas. Goerner cerró el último capítulo con fuerza en los sobresaltos, pero sin perder la fluidez del discurso.

Valery Gergiev © Mario Wurzburger | Ibercamera
Valery Gergiev
© Mario Wurzburger | Ibercamera

La dirección de Gergiev remarcó el interlineado de la partitura, siendo el foso orquestal no un mero acompañamiento, sino el nexo de unión y parte del coloquio musical. La ejecución del argentino siguió los pasos de un Gergiev con lectura poética en la dirección; mantuvo la unidad estructural en todas las secciones, acentuando los contrastes y siendo una propuesta elaborada en cuanto a meticulosidad en la acentuación de los elementos más expresivos. Una vida de héroe, por su carácter más idealista, fue la puntada final en cuanto a despliegue de aptitudes de la orquesta. Un tour de force del conjunto que llevó a cabo el desarrollo de temas con un protagonismo enfocado en el concertino y la sección de metales y percusión. Gergiev desarrolló una exposición temática basada en la grandilocuencia de las diferentes secciones, haciendo de estos retratos musicales algo trascendental de manera muy clara, remarcando esa idea postnietzscheniana de fondo volcada por el imaginario idealista y algo decadente de Strauss, aunque sincera y contundente.

Un trabajo nítido y se podría decir que impecable por lo que corresponde a calidad del conjunto, expresividad advertida y buena lectura del interlineado lírico-romántico del repertorio.

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