De entre todas las orquestas españolas, la Simfònica del Vallès ha sido y es la que más y mejor ha contribuido a la normalización de los conciertos con bandas sonoras musicales de películas. Incluso proyectos como los suyos han sido solicitados por orquestas de otras ciudades como Madrid y Bilbao. Este año la OSV ha programado otra sesión con este repertorio basándose en un formato pionero, conceptualmente más cercano a la gala que al concierto tradicional, y que se construye en una correlación idónea entre los vectores de una experiencia multimodal: luces, fotogramas, música, palabra, recitación y, por encima de todo, un guion ágil e ilustrativo donde cada film se enmarca con una eficacia expositiva, recreativa y estética, sin la necesidad de incluir las suites musicales completas de cada uno.
Buena parte del mérito debe atribuírsele al siempre activo Jordi Cos, el presidente de la orquesta y un músico atípico, que ha sabido dirigir la reinvención de la OSV poniéndola en el mapa concertístico catalán, también agente socializador. En este sentido, hay que reconocerle la reivindicación y la visibilidad de actores dobladores como Lluis Posada, asociado por el gran público español y catalán al identitario hollywoodiense como voz de Johnny Depp, Leonardo Di Caprio, en ambos idiomas.
En esta ocasión la temática se basaba en los westerns como Silverado, La conquista del Oeste, Los cowboys, Bailando con lobos, precedidos de una cápsula introductoria y a modo de tráiler con las proyecciones de lo que deparaba el concierto. Y, claro, no podía faltar Ennio Morricone que dejó huella sonora en el subgénero del spaghetti western con creaciones tan singulares e icónicas como la de El bueno, el feo y el malo que coronó una sesión en la que el público disfrutó y aplaudió. Un público, por cierto, que reunía los perfiles familiar —aunque menos marcado que en otras propuestas—, del melómano tradicional de clásica, del abonado a la orquesta y de un sector menos versado a intereses culturales de este tipo, que tuvo la oportunidad de empezar a entender qué era una orquesta sinfónica.
Aunque en este Música de Western percibimos una menor calidad y cierta reiteración de las imágenes y el videograma en general, el proyecto es bueno y funciona. Sobre todo con aciertos como el bis de la mítica sintonía de Bonanza, que remachó un proyecto conducido musicalmente por el gesto claro y poco intervencionista de Víctor Pablo Pérez, que también se amoldó a un programa diferente de los que le recordábamos. Construyó la sonoridad del conjunto con una expresión controlada, vigorosa y dotada de carácter para las distintas piezas, especialmente en el contraste de aquellas más épicas frente a las más líricas, a la par que secundando cómodamente las canciones entonadas por el barítono Toni Marsol con algo de estilo operístico (especialmente en Solo ante el peligro de Tiomkin), la exhibición de Sergi Raya con la armónica en El gran robo del tren de Goldsmith y el solo para dos violines al final de “The Ludlows” en Leyendas de pasión de Horner.
En resumen, este fue otro lucrativo anzuelo cultural con los que un sector de población pudo descubrir vínculos para ampliar sus gustos musicales a través de las bandas sonoras musicales de película. No fue un concierto más, si no un espectáculo interdisciplinar bien acompañado por las notas al programa sin ribetes sensacionalistas ni superficialidades del historiador y especialista cinematográfico Xavier Cazeneuve.