El fuerte contraste sonoro de las diversas atmósferas entre el estilo contemporáneo y el romanticismo, fue el hilo conductor de un programa dedicado al lucimiento virtuoso de los jóvenes talentos de la Escuela Superior de Música Reina Sofía.

Objeto de precisión I para violonchelo solo y orquesta de Erick Garcés Ramírez fue un estreno mermado emocionalmente en el Palacio de Congresos de Cáceres. La obra se basa establecer una precisión exacta de bloques sonoros conectados desde el chelo, para conjuntamente llegar al ocultismo. La chelista Eva Arderíus Esteban, trazaba con firmeza las frases y silencios llegando a la expansión sonora del violonchelo y al mismo tiempo establecer elegantemente el siguiente prisma sonoro. Uno de los relevos tímbricos más diferenciadores fue la dulce y delicada unión entre percusiones, vientos y la múltiple fluidez con que maneja las técnicas la chelista madrileña. Pero, la elección de Martínez por subrayar en exceso la dilatada rigidez en cada entrada del tutti, no permitía nitidez en espacios más relajados. Así, la fisonomía tenebrista se plasmó homogénea y con ello dubitativamente asentada en el patio de butacas. 

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Orquesta de Extremadura
© Orquesta de Extremadura

La introspección fue totalmente opuesta con el Concierto para fagot op. 75 de Weber al establecer un diálogo juguetón constante. El primer movimiento desvelaba el excelente entendimiento entre orquesta y solista, apoyado por el dominio rítmico y la versatilidad virtuosa con registros y escalas de Wilmer Jesús Torres Martínez. Conllevó una premura y dramatismo constante y retomado en el último movimiento, junto con las gustosas marcas en los scherzando. Al darle demasiado peso a las conversaciones brincadas, el lirismo en adagio fue desmedido ante ciertas descompensadas dinámicas entre solista y trompas. A pesar de ello, afloró energéticamente en la audiencia a través de vises y bravos. 

Tras las elocuentes habilidades trazadas por estos talentos emergentes, la segunda parte se centró en obras de Mendelssohn desde el exquisito trato entre las secciones orquestales. La obertura Las Hébridas, de Mendelssohn fue un ejercicio espectacular de articular cada recoveco sonoro. La profundidad del mar que inspiró el autor, se mantuvo con los gustosos violonchelos, violas y fagotes, y al mismo tiempo nutrirlo con rayos de sol, los cuales eran las espaciosas entradas de flautas y violines. Pero la pieza sería finalizada con mayor fuerza desde un magnífico control del maremágnum del conjunto orquestal, al resaltar cada melodía de las diversas zonas tímbricas. Con todo ello, la construcción formal fue impecable para atravesar este juego de claros y nieblas, convirtiéndose en la segunda sublimación de la noche.

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Orquesta de Extremadura
© Orquesta de Extremadura

En la segunda obra de Mendelssohn, Sinfonía núm. 4, op. 90 “Italiana”, se adentraron en unas texturas en demasía positivas. La jovialidad protagonista durante la pieza fue el hecho más destacable y funcionó magistralmente en el primer movimiento. Esta vigorosidad fue mantenida ante la gustosa selección del tempo y el impulso rítmico mantenido por las cuerdas. Aunque la sobriedad característica del segundo movimiento y la creciente actividad del tercer movimiento quedaron ciertamente estáticos, ante uniones de partes muy cortantes y vientos ligeramente apagados. La energía, que tanto había sido reseñada, fue aún más explotada en el último movimiento a través de un diálogo poderoso entre violines y violas, e intercalada por un manejo impecable del cambio de textura. Resultando una diversión creciente a la que respondieron los más exuberantes agradecimientos.

La colaboración con el Escuela Reina Sofía dio una buena muestra de los magníficos músicos conectados sobresalientemente con la Orquesta de Extremadura. Todo ello conseguido con la naturalidad que añade la batuta de Martínez. Aunque, el sentido compacto de la obra de Garcés Ramírez resultó lineal.

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