La Orquesta de Extremadura, acompañada por la violinista Alexis Hatch y con Andrés Salado en la dirección, supo recrear una velada dominada por la autoreferencia en Korngold y Mahler. El Concierto para violín y orquesta en re menor, op. 35, de Erich Korngold fue el primer universo musical autorreferencial dotado de fuerza y algo comedido en lirismo. Con un tempo algo veloz en el primer movimiento, no se consiguió un empaste total entre algunas secciones tímbricas. Aunque es cierto que la agilidad de la violinista Alexis Hatch en sus líneas melódicas tornó un mejor retorno con el conjunto orquestal.

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Alexis Hatch
© Orquesta de Extremadura
El lirismo característico en el segundo movimiento fue presentado en el violín con un punto de brusquedad. Esta forma tan peculiar de presentar la dulzura y llanto en el violín asentó una cierta distancia entre obra y público, pero quedó suplida con las geniales contestaciones entre orquesta y solista en la última sección. Unas relucientes vibras fueron proyectadas con energía en la orquesta y con un toque abrupto, pero grácil, en los saltos sonoros de las intrincadas melodías dispuestas por Hatch. El pulso fluido y estable en la dirección, unas correctas percusiones y unas dulces arpa y celesta, llevaron a unos estupendos contrastes tímbricos y equilibrio entre secciones en allegro assai vivace. Así, se llegó al cenit de la obra plasmando el toque mágico de las bandas sonoras, respondido con varios bises en el público.

Como regalo ante tan calurosos aplausos, las hermanas Hatch (Heidi Hatch como concertino durante toda la velada) y la orquesta, nos deleitaron con una pequeña pieza de Sarasate. La complicidad entre las hermanas violinistas era un grato placer producido por la grandiosa habilidad en los diálogos arduos y joviales. Tales contestaciones vertiginosas fueron apoyadas con un acompañamiento del conjunto orquestal, donde subrayando el ritmo bailable y con controladas dinámicas, se acrecentó el poderse perder en la vitalidad de la obra, cosa que se manifestó con vigorosos aplausos.

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La violinista Alexis Hatch junto a la Orquesta de Extremadura y el director Andrés Salado
© Orquesta de Extremadura

Tras el intermedio, la Sinfonía núm. 1, "Titán”, de Mahler tomaría una magnífica profundidad y brillantez. Posado fue el amanecer que escribió Mahler en el primer movimiento. Funcionó espléndidamente al poder percibir cada entrada calmada de los vientos, con una maravillosa base de las cuerdas graves y con un cristalino control de la unión entre secciones tímbricas terminando en una alegría desenfadada. Acudir a los ritardando en los finales de frase del tutti como de las diferentes secciones tímbricas, para transitar con unidad entre las partes de Kräftig bewegt, fue una genial idea en la dirección, para enfatizar con elegancia los contrastes tímbricos. Imbuirse con carácter solemne en la marcha fúnebre del tercer movimiento, fue otro de los puntos culminantes de la obra. Se consiguió a través de un sobresaliente diseño del fraseo, balanceado con pesadez por unos formidables chelos y contrabajos y sacudido con gracejo por parte de los vientos metales y maderas. Sorprendió gratamente en Stürmisch bewegt, la distinguida forma de acentuar las melodías secundarias de los violines dentro de la gran masa sonora soportada con notoriedad. Sin olvidarse de la riqueza sonora y algo descuidada, en algunos momentos, del viento metale. Todo ello hizo que la vertiginosidad y dramatismo fuera una corriente mantenida hasta el final, contrarrestado con unas ingeniosas secciones líricas del tutti.

El resultado sonoro fue un equilibrio algo impreciso, entre la increíble soltura del violín de Hatch, y un sobresaliente control de la orquesta por parte de Salado. Aunque la armonía perfecta vino dada por la excelente conexión entre dirección y orquesta en la obra de Mahler.

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