El primer concierto de la nueva temporada de la OEX propone una interesante progresiva tímbrica elaborada desde el puro dinamismo, atravesando obras del clasicismo, romanticismo y el siglo XX.

El arranque de la velada fue a cargo del pasaje instrumental "Danza de los comediantes" de la ópera La novia vendida de Smetana. El característico ritmo sincopado y alegre de la danza popular checa que configura la pieza fue contagiado de un brioso tempo, dinámicas placenteras e inflexiones en los acentos rítmicos. Elementos que no quedaron estancados ante la vitalidad desprendida por los vientos metales para unir grácilmente las diferentes secciones. Así, se plantó un espíritu festivo que sería extendido sustancialmente.

Loading image...
Andrés Salado, José Sogorb y la Orquesta de Extremadura en el Palacio de Congresos de Cáceres
© Orquesta de Extremadura

El Concierto para trompa núm. 3, de Mozart fue la obra con la que José Sogorb debutó como solista con la OEX. Los rasgos burlescos y juguetones del primer movimiento se manifestaron exquisitamente mediante un tempo relajado y dinámicas muy correctas. Sin embargo, articulaciones más oxigenadas en el fraseo y ritmo sosegado fueron los recursos propuestos por Andrés Salado para crear un sonido más idílico en Romance (Larghetto). Resultando un movimiento especialmente bello y equilibrado. Pero en el último movimiento se manifestó sustancialmente la grata conexión entre solista y orquesta, creando una fructífera sensación concertante. Además, el alto nivel técnico del alicantino permitían la apreciación de relucientes armónicos y resonancias. Los entusiastas aplausos dieron paso a un regalo de carácter jazzístico. Las líneas melódicas de la pequeña pieza fueron trazadas elegantemente por Sogorb, quien, con el apoyo de las cuerdas, ofreció un precioso momento. 

Con la Sinfonía núm. 1 en fa menor, de Shostakovich, el director madrileño optó por la proximidad entre texturas para crear una fisionomía compacta. El primer movimiento se abrió con una lectura basada en subrayar cada pequeño tema a través de apoyaturas en el fraseo y pizzicati en cada sección orquestal, resultando en un grácil discurrir por las distintas líneas que se irían enriqueciendo a lo largo pieza. 

En el Allegro se hizo gala del tempo agitado, como de los trepidantes scherzos, para inferir ágilmente por cada grupo tímbrico. La velocidad establecida se nutría de unos poderosos vientos metales, percusiones y del estupendo trabajo del piano. Estos aportaron cortes muy contrastantes en las transiciones, creando la sensación de una pesada marcha. Para rebajar la tensión creada, en el tercer movimiento se jugó con el lirismo. La sobriedad épica fue presenciada en todo momento desde las extraordinarias progresiones dinámicas del conjunto. Pero además, se entrelazaba, magistralmente, un sombrío pesimismo a través de los notables solos del concertino y del chelo. El último movimiento fue un ejercicio redondo de creación atmosférica. Las comedidas cadenzas y la gran expresividad de las dilatadas melodías resultaron puntos positivos para estructurar una gran pared sonora. Se unían las ingeniosas entradas de la percusión y las extremas, pero acertadas dinámicas del tutti para terminar de transitar esa angustiosa y enorme masa sonora. Se llegó a los sucesivos clímax con impetuosidad para cerrar con una extraordinaria sensación.

En síntesis, fue un enfoque impecable en el que hubo espacio tanto para lo trágico como para lo lírico, dando inicio a una grandísima temporada.

*****