Ana Ruge es una de las grandes sopranos colombianas de la actualidad. Lo ha dejado claro en los recitales que ha ofrecido en prestigiosos auditorios del país y del mundo, como el Carnegie Hall de Nueva York, o la Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango, pero también con sus inolvidables interpretaciones de roles operísticos como el de Florencia Grimaldi, de Florencia en el Amazonas, junto a la Orquesta Nueva Filarmonía, o sus actuaciones junto a las principales orquestas nacionales. Así volvió a confirmarlo, junto al pianista Juan David Mora, en un recital redondo dedicado a la canción, en el que los artistas recorrieron la tradición del viejo continente y el eclecticismo latinoamericano. La velada tuvo lugar como parte de la serie Sonidos y Sentidos, una nueva (e indispensable) programación de música de cámara en Bogotá con vocación de diálogo y formación de públicos.

Juan David Mora y Ana Ruge © Juanita Calderón | Sonidos & Sentidos
Juan David Mora y Ana Ruge
© Juanita Calderón | Sonidos & Sentidos

La primera parte del programa estuvo dedicada a la canción italiana, francesa y alemana del siglo XIX, época de oro de ese género breve, representada con tres grandes figuras de cada tradición: Puccini, Debussy y Schubert. El desafío estilístico que se plantearon Ana Ruge y Juan David Mora fue sorteado magistralmente y se reafirmó el gran dominio que tienen ambos artistas sobre este repertorio, logrando pasar del brillo y la delicadeza pucciniana a los contrastes armónicos del impresionismo francés y la intensidad expresiva del lied schubertiano.

Merecen especial mención los fantásticos pianísimos que logra Ruge, y que lució especialmente en Nacht und Traüme, sosteniendo la dinámica a lo largo de la pieza con una afinación impecable y manteniendo expresividad y dirección. Sus inicios de frase, delicados y precisos, fueron muy bien logrados también en Du bist die ruh. El piano de Mora, siempre cristalino y correcto, acompañó con sutileza estos instantes de sosiego, aunque en ocasiones sobrepasó la dinámica propuesta por la voz.

En el repertorio francés, el diálogo entre voz y piano fue fabuloso, logrando una pulida mezcla entre el timbre redondo de Ruge y la riqueza armónica del piano, que fue percibida a plenitud con la tapa abierta. Los cambios de registro de la voz estuvieron muy bien logrados, mientras que el contraste dinámico pudo haber sido mucho más extremo por parte de la cantante, sobre todo en las dinámicas forte, para lograr efectos aún más coloridos como los que proponía el pianista. Quizá Ruge estaba reservando aquella intensidad para Gretchen am Spinnrade y Der Erlkönig, dos lieder dramáticos en los que el histrionismo, la fuerza expresiva y la representación del texto a través de música y gesto fueron demostrativos del poder escénico y vocal de la soprano.

La segunda parte del programa fue una gran joya musical que le permitió al público descubrir, disfrutar y revisitar auténticos tesoros vocales del siglo XX en España y Latinoamérica, pero sobre todo, reafirmar la capacidad que tienen ambos artistas para recorrer universos musicales tan diversos con igual maestría. Canción del viento, de Blas Emilio Atehortúa, fue uno de los momentos cumbres de este programa. La agilidad rítmica en la sección intermedia, el manejo de la disonancia, la riqueza del texto y su dicción exigente hacen de esta una pieza de gran complejidad técnica e interpretativa, cuyo resultado fue memorable. Lo mismo sucedió con las dos canciones del argentino Gilardo Gilardi. En Canción de cuna india Ana Ruge volvió a hacer gala de sus pianísmos y nos regaló un emotivo e impecable final a bocca chiusa. En contraste, mostró su voz potente en el Homenaje a Lope de Vega, de Turina, en el que escuchamos otro color y carácter, con un vibrato mucho más marcado. En las dos canciones de Villa-Lobos, tal vez por el idioma, no se sintió el mismo nivel de fluidez y confianza que en las otras piezas, pero estas representan una gran oportunidad para continuar ampliando sus mundos musicales. Es de aplaudir la dicción en todos los idiomas que recorrió, incluyendo las variaciones del español (Argentina, Colombia, España, Cuba).

El bis que escogió Ana Ruge no pudo ser mejor para terminar de pasearnos por todas sus habilidades como cantante y como artista. Con la salida de Cecilia Valdés, la zarzuela de Gonzalo Roig, la soprano expuso en una sola pieza su personalidad y carisma, la picardía, el gran despliegue vocal, su técnica sólida y su compromiso con el repertorio del nuevo continente, virtudes que la encumbran como una de las solistas más destacadas de Latinoamérica.

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