Tras el evento-concierto de inauguración, RESIS continúa su andadura buscando lugares singulares para cada elemento de su programación. Para su primer concierto largo se ha elegido el Palexco y, en particular, la sala donde el artista Nelson Villalobo rinde homenaje a la figura de Picasso con la exposición “Villalobo. O vento que comezou de novo”. En esta ocasión, el diálogo de la música con su contexto físico resultó menos evidente que el estreno del festival, menos pleno. Aun así, el lugar resultó un espacio evocador para la producción musical. Una sala de tamaño mediano que los organizadores pueden presumir de haber llenado totalmente.

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Nacho de Paz al frente del Arxis Ensemble
© Festival Resis

Se trató de un programa cuádruple de, por supuesto, compositores contemporáneos, y lleno de estrenos, alguno de ellos total. A manos del director Nacho de Paz, el ensemble mostró pasión, complicidad y calidad interpretativa. Un buen logro para una formación que se creó hace apenas un año en la órbita de este mismo festival y que ha situado a Galicia en el limitado mapa de la música contemporánea.

En la primera obra, Still, del compositor austriaco Beat Furrer, asistimos a la exhibición de la paleta de colores de una orquesta clásica fuertemente distorsionada. Tomando un símil pictórico, inspirado por la sala, tendría vocación puntillista. Discontinuidad y precisión para unos sonidos sordos, especialmente en unos vientos gobernados por conjuntos de intencionados resoplidos. Glisandos y pizzicatos nerviosos, inquietos, para una música sin vocación de resolución que nos hace sospechar que su título no apunta a su traducción como adjetivo, Quieto, sino a su significado como adverbio: Todavía (…queda algo por decir).

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Nacho de Paz
© Resis Festival

El Gran Hotel Abismo de Claudia Cañamero se presentó como preestreno (supongo que por compromiso de estreno en otro lugar). Atendiendo al título, referencia a una crítica sociopolítica a la Escuela de Frankfurt, esta obra trajo algo de promesa incumplida. Una partitura que inicialmente sale al encuentro de armonías, pero que se descubre como música concreta, explorando los límites físicos de los instrumentos, incorporando atriles, megáfonos y la tela de la propia ropa de los músicos. Una interpretación, en todo caso, con la que resulta difícil conectar emocionalmente y para la que se hubiera agradecido un libro de instrucciones.

Los platos fuertes de la noche llegaron en la segunda parte a través de dos obras que exploran la oscuridad de manera acertada, cada una a su manera. La lumière du noir de Alberto Posadas nos sumerge en buenas dosis de intensidad emocional, a través de sonidos prolongados que construyen un fondo de tensión que recorre las secciones instrumentales, y sobre el cual emergen trinos y colores brillantes. Fue una interpretación de energía creciente que, con el negro de fondo, ofrece un viaje de intensidad narrativa con final resuelto y climático.

Hugo Gómez-Chao se nos presentó esta velada en una triple vertiente: como director artístico del Arxis Ensemble, como cerebro artístico del festival y, para rematar, como autor de la última pieza de la noche, un estreno absoluto. En el Libro delle immagini V, la oscuridad, la noche aparece como un lugar amenazante, que impone una huída acuciada por las martilleantes repeticiones de los vientos. Tras el pánico nocturno llega el alba, reflejada en la delicadeza lírica del violín de Rachel Koblyakov. Una luz, sin embargo, inquietante, en la que todavía acecha algo del peligro de la negrura que le precede. Es una obra a la altura de la de Posadas, con la que dialoga a través de abstracciones cromáticas que, por contraste, conectan con las pinturas de la sala, y que supuso un buen broche para una noche evocadora.

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