Está de gira la National Symphony Orchestra con su titular, Gianandrea Noseda, hasta el 28 de febrero. Hemos tenido la suerte de que esta formación haya escogido Madrid, Zaragoza y Barcelona para mostrarnos sus virtudes, y nosotros hemos acudido a la cita en Madrid. Nos traía a Hilary Hahn para interpretar el concierto de Korngold, y además al joven compositor Carlos Simon, que venía con su propuesta Wake Up!, recién estrenada en España.
Wake Up! es un concierto para orquesta en el que conviven intenciones musicales vanguardistas con otras de corte más tradicional. Propone momentos de carácter contemplativo, con plena atención a los timbres y colores orquestales, más luminosos y reconfortantes, y otros de ambientes más inquietantes y contenidos. Emplea con cuidado un discurso melódico más o menos complejo, alternándolo con momentos explosivos, equilibradamente percusivos, y generando unos ritmos con referencias tangenciales a las obras de Gershwin. La obra funcionó perfectamente por sí misma, pero también fue acogida sin demasiados sobresaltos.
Nos preguntamos si Wake Up! habría superado un consiguiente concierto de violín de más enjundia que el de Korngold, que, sin ser una obra magnífica, tampoco merece las críticas que ha recibido tradicionalmente. Nos cuentan en el programa de mano que a la obra le llovieron palos por “degenerada” y por “convencional”, en este último caso por tener demasiadas referencias a la música de cine. Es verdad, pero a su favor hay que reconocer que este es un concierto que comunica perfectamente por sí mismo, sin necesidad de recurrir a ningún elemento visual o a otro drama subyacente. Si a esta factura le sumamos la inolvidable interpretación de Hilary Hahn, podemos afirmar que acertamos al acudir a este concierto. Se trata de una violinista única para la que cada nota es una expresión en si misma, y así consigue recrear un fraseo único y personal, con una afinación impecable y un sonido abrumador. Podríamos decir, no obstante, que su mayor logro es el carácter rítmico con el que establece la dirección de su discurso, claramente declamado incluso en los pasajes de mayor velocidad. Nos propuso dos propinas al término del concierto, de entre las cuales destacamos, naturalmente, la Sarabanda de Bach.
No se quedó sin fuerzas la NSO tras la enérgica primera parte, y nos deparó, por tanto, una interpretación también entre fogosa e inquietante de la Quinta de Shostakovich. Intensas y desafiantes se mostraron las cuerdas en el comienzo del Moderato, midiendo bien el tiempo de tensión, sin apresurarse, generando desasosiego y manteniéndolo con igual intensidad en el inicio del Allegreto. Midió muy bien el tempo Noseda en este pasaje para que el largo fraseo no perdiera su dirección y su carácter, y también la intensidad de las maderas en el diálogo siguiente. Tal vez se abusó un poco del recreo expresivo en el movimiento lento, a juzgar por la inmensidad de toses y molestias provenientes del otro lado del escenario, pero se recuperó la energía en el Allegro non troppo en cuanto irrumpieron el timbal y los metales con la enunciación de una suerte de marcha imperial que nos dejó sobrecogidos.
Agradecido por el reconocimiento otorgado, nos dejó la formación en el recuerdo, como propina, una profunda y conmovedora versión de la novena variación de las Variaciones enigma, de Elgar. Ya había durado mucho el concierto, pero sin duda, si hubieran tocado la obra, muchos nos habríamos quedado.