El invierno y el frío parecen adueñarse del primer concierto de temporada de Ibermúsica en la serie Barbieri, que siempre trae a las mejores orquestas y solistas del mundo. Pero más por la vinculación emocional que uno pueda sentir por el hecho de que los compositores provengan de latitudes más boreales, que por el resultado de las interpretaciones aquí acontecidas. Nos presentaron obras de dos finlandeses, Saariaho y Sibelius; y el archiconocido Concierto para piano de Grieg, en esta ocasión interpretado por la joven promesa japonesa Mao Fujita.

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Mao Fujita
© Rafa Martín | Ibermúsica

El concierto se abrió con el Ciel d’hiver de Saariaho, compuesta en 2002 para formar parte de otra de mayor envergadura llamada Orion. Como toda obra extraída o transformada de una más amplia, corre el riesgo de sentirse desequilibrada en su estructura cuando se muestra individualizada. Para evitar esto se mostraron imperturbables el director Vasily Petrenko y su Royal Philharmonic en atención al pulso, pausado pero homogéneo, sin concesiones para el regodeo en el rubato o en la contemplación. Y sobre todo sugirieron una atención especial a la atmósfera serena y colorista de la composición, dado que la pieza no pretende narrar una historia, sino evocar imágenes y sensaciones propias del cielo invernal. Es este uno de los grandes logros del conjunto, proyectar una interpretación que mantuvo la atención en todo momento, en una obra que carece de melodías y frases convencionales, y que, por el contrario, se nutre de sugerencias y texturas heterogéneas. Destacaron individualmente el arpa y el piano, junto a los efectos producidos por las cuerdas.

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Vasily Petrenko al frente de la RPO, y el solista Mao Fujita en el Auditorio Nacional
© Rafa Martín | Ibermúsica

Tras la cálida acogida de esta obra singular se presentó Mao Fujita para interpretar al piano una composición, probablemente, menos singular, pero igualmente magistral en su aparente sencillez. Es el caso del Concierto para piano de Grieg, de carácter melódico, está provisto de numeroso material temático y desarrollos no especialmente rigurosos. Algunos dirán que es un concierto fácil, pero reside su mayor dificultad en no producir una interpretación simplona y excesivamente romantizada. En esto se mostró Fujita con maestría, porque condujo un discurso expresivo atento a la diversidad temática sin aspavientos ejecutivos, y produciendo una resolución limpia e inteligible en los pasajes más demandantes técnicamente. Al término del concierto, tuvo el detalle de ofrecer una propina acorde a la dinámica general, e interpretó Erotik, una de las piezas líricas de Grieg más conocidas.

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Vasily Petrenko
© Rafa Martín | Ibermúsica

La segunda parte tuvo sus momentos enfrentados con la partitura de Sibelius, su Segunda sinfonía. Se trata, sin duda, de una obra particular que debe ser abordada con destreza por parte de la orquesta, y con paciencia por parte del oyente, dado que no se manifiesta de la manera directa y transparente de otras sinfonías. Se percibió una cierta lentitud en el desarrollo, toda vez que la obra se nutre de células pequeñas en lugar de grandes frases; y además sus grandes melodías comienzan a mostrarse avanzada la sinfonía. Sin embargo, la formación continuó mostrando un dinamismo impecable en el ritmo y en las texturas, atendiendo a la magnitud de la masa orquestal, en ausencia de la clásica melodía acompañada. Asimismo, la orquesta supo sustituir los dramas explosivos de otras obras de carácter nacionalista con la construcción progresiva y lógica del drama interno perfilado por Sibelius; proyectando de esta forma un equilibrado viaje de la oscuridad a la luz que vino a manifestarse en el magnífico Finale.

Al igual que el pianista, la orquesta contuvo la dinámica nórdica y ofreció, de propina, el inolvidable inicio del Peer Gynt de Grieg (esperamos que otra vez la interpreten completa), para culminar su visita con una vibrante y sonora interpretación de la Danza húngara núm. 6 de Brahms, para alegría y regocijo de una audiencia a la que le vino bien, tras el dramatismo de Sibelius, un poco de alegría.

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