La Orquesta y Coro Nacionales daban la bienvenida al 2025 con la visita de Simone Young, como batuta invitada, y un programa bipartito con dos obras no particularmente relacionadas, como son las de Mozart y Szymanowski, pero que permitieron mostrar distintas facetas y registros de la ONE y su directora en esta ocasión. Podríamos decir que, a pesar de las distancias entre ambas sinfonías, hay un trazo en común que es el sentido dramático, casi teatral, que envuelve a ambas composiciones.

Simone Young al frente de la Orquesta Nacional de España © Rafa Martín | OCNE
Simone Young al frente de la Orquesta Nacional de España
© Rafa Martín | OCNE

Para la Sinfonía núm. 38 “Praga” del compositor salzburgués, Young contó con una plantilla abundante, especialmente en la cuerda, donde se pudieron contar unos cuarenta efectivos, además del viento-madera, dos trompas y dos trompetas, lo que contribuyó ya desde el principio a un sonido robusto, vibrante y alejado de una concepción amanerada del clasicismo. Young enfatizó contrastes, que encadenó a través de una pulsión rítmica bien marcada, pero sin apresurarse. Al contrario, el primer movimiento sonó majestuoso desde la sombría introducción al tema principal para desembocar con grandiosidad en el elaborado contrapunto del desarrollo. Por otro lado, faltó algo de liviandad en el Andante central; es cierto que se puso esmero en las inflexiones del refinado entramado melódico de la pieza, así como en un fraseo elegante y controlado, pero en términos de dinámicas la ONE mantuvo un registro bastante generoso. El movimiento conclusivo resaltó ese carácter operístico a la vez que proyectaba la dimensión sinfónica más allá de los cánones habituales hasta ese momento, algo que resaltó Young, aprovechando el generoso orgánico, para plasmar un Mozart muy prebeethoveniano.

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Profesores de la ONE
© Rafa Martín | OCNE

Tras el descanso, la directora australiana ofreció la Sinfonía núm. 3, op. 27, de Szymanowski, una página no tan habitual en las salas de concierto y para la que se desplegó la ONE al completo, además del Coro Nacional, al que se sumó el Coro de la Comunidad de Madrid, y el tenor Tomislav Mužek. La obra del compositor polaco, que utiliza los versos del místico Yalāl ad-Dīn Rūmī, se articula en un único movimiento, aunque con tres secciones, y lleva por título Canto de la noche. No se podría negar que es una obra de grande efectismo sinfónico, atmósferas envolventes, crescendi que rozan el paroxismo. Nada de esto faltó en la interpretación de Young, aunque siempre con cierta mesura en la articulación formal y estructural, donde primó un contorno y fraseos bien definidos. El coro, de imponente tamaño, tiene un evidente protagonismo en la obra, pero le faltó cierta nitidez en la afinación (especialmente en los pasajes más contundentes) y más variedad de dinámicas para alcanzar las cotas de excelencia que normalmente suele ofrecer. Por su parte, el tenor croata acometió la parte con brillantez, resistiendo frente a la gran masa sonora a sus espaldas, con una voz potente, bien cincelada. En resumen, Young mostró una gran capacidad de organizar el material y ofrecer una lectura equilibrada, dejando a la vez brillar las diversas secciones en un planteamiento exuberante desde el punto de vista sonoro. 

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Orquesta y Coro Nacionales, Coro de la Comunidad de Madrid, Tomislav Mužek y Simone Young
© Rafa Martín | OCNE

Sin duda fue un concierto interesante, protagonizado por una de las batutas de primer nivel en el ámbito internacional y una buena respuesta por parte de la OCNE, cada vez más hábiles en transitar entre distintos repertorios. Además, el programa, a la postre, mostró una conexión más sólida de lo que aparentaba, siendo vinculadas ambas obras por un eminente sentido dramático, un gran impacto orquestal y una notable capacidad por devolver una rica paleta de colores, todo ello gracias a la maestría de Simone Young

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