Idomeneo es sin duda una ópera madura de Mozart, si bien algo anquilosada por un libreto al que le cuesta devolver naturalidad a los personajes y que obliga a la música a una estructura en gran medida estática y abigarrada. No encontró aquí el genio salzburgués la complicidad de Da Ponte y sus personajes más humanos, pero plasmó páginas de exquisito refinamiento y apuntó maneras en cuanto a desarrollo dramático.
Volvía así Idomeneo de Mozart al Teatro Real, aunque esta vez en versión de concierto semiescenificada de la mano de René Jacobs con la Freiburger Barockorchester y el coro Zürcher Sing-Akademie. Lo de semiescenificada se refiere sobre todo a movimientos por el escenario de cantantes y coro que aportaron más en términos de dinamismo del sonido que de dramatización propiamente dicha. Lo más interesante llegó desde el propio Jacobs y la formación alemana que justamente han grabado esta ópera hace unos años: un sonido bien articulado, con una gama de dinámicas amplías (aunque condicionada por el reparto vocal, como veremos), una exquisitez tímbrica de verdadero artesano, buena fluidez en el fraseo y unos recitativos correctos y bien ligados con la acción de la escena. Faltó algo de brío, una actitud más despreocupada para poder apreciar por completo el juego mozartiano. Bien se integró el coro suizo, confeccionando algunos de los momentos más logrados de la velada en cuanto a dramatismo y redondez.

Cabe decir que, a pesar de la calidad de los elementos mentados, la obra en general sonó más bien descafeinada, elegante sí, pero falta de carácter; es cierto que el final se resuelve positivamente, pero la tensión del inminente sacrificio de Idamante quedó diluida frente a las páginas más entrañables. Por tanto podría decirse que la lectura en su conjunto resultó desequilibrada, privilegiando el lado cortés, hasta el punto de languidecer en algún que otro momento. De ello tiene, en mi opinión, bastante responsabilidad el elenco vocal: la Ilia de Polina Pastirchak fue correcta, con una voz agradable, aunque tendiente a ser más bien plana en el registro más alto, pero salvó el papel gracias a un fraseo elegante y un planteamiento amable y detallista. Idamante, rol escrito originalmente para castrato, estuvo encarnado en este caso por la mezzosoprano Olivia Vermeulen, más convincente en términos dramáticos que vocales, en los que resultó escasa de caudal, sin una gran amplitud en dinámicas ni variedad de registros. Destacó en el reparto, Kateryna Kasper con una Elettra que introdujo las tensiones necesarias de manera más eficaz y que coronó el papel con una soberbia "D'Oreste e d'Aiace", en la que mostró su abanico de recursos, con una versatilidad y agilidad naturales, una emisión constante y bien articulada y bueno agudos.
El Arbace de Mark Milhofer fue elegante, bastante desenvuelto en términos de agilidad pero con una voz escasa, que obligó a Jacobs a refrenar al orgánico orquestal. Ian Koziara fue un Idomeneo con autoridad, gracias a una voz versátil, algo abaritonada, lo que le fue bien en términos de volumen y empaque, aunque le obligó a forzar el registro en los momentos más rápidos o en los recitativos. Aun así convenció desde principio hasta el final con entrega y un personaje construido con coherencia.
En términos generales, no se puede decir que fuera una versión para el recuerdo, aunque sí que hubo elementos positivos, empezando por la finura orquestal de Jacobs y la Freiburger Barockorchester, así como por algunos momentos realmente excelsos donde se alinearon todos los elementos haciendo emerger toda la sabiduría mozartiana. Realmente se podría decir que el resultado hubiera sido óptimo si tomáramos la ópera como la historia del complicado amor entre Ilia e Idamante, sin embargo, Idomeneo es más que eso y la interpretación de anoche quedó en una lectura más elegante que dramática.