Patria, Amor y Fides son los emblemas que escogió el compositor español Felipe Pedrell para escribir su trilogía dramático-lírica a finales del siglo XIX. La Celestina representa el amor, y su estreno en el Teatro de la Zarzuela, tras 120 años de haber sido escrita y a un siglo del natalicio de Pedrell, significa también la lealtad al repertorio español y un hito musical en la historia patria. La tragicomedia lírica de Calisto y Melibea fue estrenada en versión de concierto el pasado 9 de septiembre y se convirtió así en uno de los 16 títulos recuperados del olvido gracias a la loable misión del coliseo por salvaguardar y difundir el repertorio lírico español. En este caso, la edición de las 750 páginas de la ópera fue realizada por el musicólogo David Ferreiro. La Celestina, obra mítica escrita por Fernando de Rojas en el siglo XV, fue fuente de inspiración para los compositores de la España del siglo XX. Pedrell, maestro de varios de esos grandes nombres -Falla, Granados, Albéniz, Vives, entre otros- no fue la excepción. Él mismo adaptó el texto de Rojas a libreto de ópera y construyó una partitura extensa y compleja que reúne distintas tradiciones que pasan por el verismo, el wagnerismo y el folclorismo, por mencionar algunas.
El estreno absoluto ha estado a cargo de la Orquesta de la Comunidad de Madrid y el Coro titular del Teatro de la Zarzuela, bajo la dirección de Guillermo García Calvo, y un reparto de voces españolas sobresaliente. Los papeles solistas que demostraron ser de gran exigencia y dificultad vocal por el registro, que está en el límite de cada tesitura, así como por la densidad orquestal, la armonía y la extensión de las frases, fueron desempeñados de forma magistral. Destacó especialmente la soprano Miren Urbieta-Vega en su papel de Melibea: una combinación estupenda entre la teatralidad que demanda su personaje, la impecable ejecución vocal y la potencia de su voz. El tenor Andeka Gorrotxategi defendió una de las partes solistas más demandantes y su vocalidad se llevó la atención en los primeros dos actos, aunque se echó en falta la teatralidad de su personaje. Por su parte, Celestina, un papel con mayor vocalidad folclórica, fue interpretado por Maite Beaumont, quien también se llevó los aplausos del público. Sumando las voces secundarias, este reparto deja para la posteridad una interpretación más que meritoria de esta ópera.
La batuta de García Calvo logró superar los desafíos más grandes de la obra: encontrar el balance entre orquesta y voces, y mantener la atención de los espectadores durante los cuatro actos, dando forma y contraste a cada sección. Como si fuese filigrana, logró realzar las líneas vocales que se suman a los leitmotiv orquestales y conseguir dinámicas fabulosas por parte de la orquesta y el coro. Estos últimos, muy sólidos en su desempeño y aportando la dosis de drama, picardía y carácter a cada acto. Solamente en los fortísimos del tutti se perdió el balance con las voces y hubo ligeros desfases rítmicos entre el coro y la orquesta, quizá por la dificultad de escucharse entre sí.
En definitiva, el Teatro de la Zarzuela ha abierto su temporada 2022-2023 con un título que merece toda la atención y los aplausos por el inmenso trabajo que ha significado y la trascendencia que implica en la historia. La Celestina ha hecho su trabajo: seducir y hacer surgir un nuevo romance entre el espectador y la ópera española.