En el curso de la presente temporada de Casa da Música de Oporto, la cual gira en torno al hilo conductor de la música alemana, era esperable la presentación de una ópera en versión de concierto. Los rectores de la institución lusitana optaron por Elektra, una grandiosa apuesta. Estamos ante una obra maestra del siglo XX famosa por su complejidad musical e interpretativa, a la que darle vida sin escenografía ni vestuario, conlleva no pocos riesgos. Implicar sin ellos al oyente en este angustioso viaje emocional requiere de una excelente calidad musical por parte de todos los intérpretes.

Coro y Orquesta Casa da Música, solistas Lise Lindstrom y Allison Oakes, y director Stefan Blunier
© Casa da Música

Frente a ello, interpretar Elektra en versión de concierto permite centrar toda la atención en la música y la calidad interpretativa de los cantantes y la orquesta, sin distracciones visuales. Además, concede una mayor libertad y flexibilidad a la elección de los artistas y le da más peso a la dirección musical frente a lo escénico. Todo esto permite una mayor exploración de la obra y de la interpretación personal de cada cantante. Si a esto sumamos la claridad acústica de la Sala Suggia, un regalo para los sentidos del público, aunque un desafío constante que obliga a los músicos a mantener la perfección en cada nota, nos encontrábamos ante una cita ineludible.

Merece una privilegiada mención positiva la Orquesta Sinfónica de Oporto, reforzada con más de una veintena de músicos, pero que sonó como una voz única, creando desde el leitmotif inicial una atmósfera estremecedora. El sonido global fue poderoso y dinámico, con una intensidad que capturó el dramatismo de la historia. Cuerdas precisas y expresivas, magníficos solos de metales y maderas, y la valiente percusión, clave en la obra, dejaron al público en el borde de sus asientos durante toda la noche. La dirección de Stefan Blunier confirmó la impronta que dejó en conciertos previos como gran conocedor del repertorio postromántico alemán. Intenso siempre en el pódium, en esta ocasión superó lo imaginable en vehemencia y determinación, doblándose y estirándose, suplicando con fervor. Fue especialmente impactante en lo orquestal su recreación de la entrada de Clitemnestra y su posterior monólogo repleto de acordes disonantes y escalas cromáticas o el sensual dúo de Orestes y Elektra. Optó en general por un enfoque dramático, tremendamente incisivo, en el que en algún momento la exuberancia sonora relegó la exploración del carácter de los personajes, privándonos de que estos profundizasen en sus emociones y motivaciones.

La soprano Lise Lindstrom (Elektra) y el director Stefan Blunier
© Casa da Música

Lise Lindstrom, reemplazo de Christiane Libor, salió exitosa del reto que supuso lidiar con los imponderables comentados. Demostró por qué es una de las Elektras referenciales de las últimas décadas. Tuve la ocasión de escucharla en un recital orquestal en la Temporada Lírica de Coruña hace diez años, en lo que fue una magistral exhibición vocal. Su voz conserva intacta su brillantez y una milagrosa expresividad, con unas notas altas siempre afinadas y redondas. Aunque su registro grave es algo limitado, esto pasa a un segundo plano ante su línea vocal, flexible y fluida. Por si fuera poco, fue la cantante que mejor lidió, de tú a tú, con las brutales explosiones orquestales. La Crisotemis de Allison Oakes, tuvo más dificultades en ese aspecto, aunque abordó su parte con gran valentía y compromiso, confiriendo credibilidad a su personaje. La Clitemnestra de Monika Bohinec lució un opresivo registro grave que empleó eficazmente para transmitir la perversión de su personaje. Si un personaje operístico debe mostrarse exagerado y repulsivo, es éste, y ciertamente lo consiguió. Finalmente, Boaz Daniel, como Orestes, puso su sensual y a la vez profundo registro al servicio de su emotivo dúo con su hermana. Merece también ser citada la creíble participación de todos los comprimarios y del Coro Casa da Musica.

El único pero en una velada memorable estuvo en la limitación que supuso la transcripción del texto, como siempre en Oporto, muy elegante y legible, pero que en este caso, al carecer de indicaciones narrativas, insuficiente para seguir la acción. Aquellos asistentes que no conociesen la trama difícilmente pudieron darse cuenta de que ésta se cierra con la muerte de la protagonista, quien sucumbe en estado de éxtasis provocado por la sed de venganza. Al margen de esta anécdota, la electrizante conclusión fue recibida con siete minutos de ovaciones unánimes, con el público puesto en pie, enfervorecido con la gesta musical. Nos queda el recuerdo de una velada exitosa y reveladora, que permitió una absoluta inmersión en la música y en el poder emocional de una de las grandes creaciones del siglo XX.

El alojamiento en Oporto para Pablo Sánchez ha sido facilitado por Casa da Música Porto.

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